Dedicarse a impedir que tus oponentes políticos cumplan sus metas no es el trabajo más inspirador». Estas palabras del senador McCain (El País, 27 de julio) devuelven el ejercicio de la política a su más noble ideal de tradición helénica, que es la nuestra.

Belleza, Verdad, Bien: son los valores que, desde Platón, han orientado los esfuerzos de ciudadanos, sociedades y estados hacia lo mejor. Y las palabras del senador, desde su vertiente antagónica republicana, no se entienden fuera de este común cosmos ético.

Kalós kagathós es el nombre ateniense de quien realizaba este ideal y Pepe Beviá lo era. Él, como otros pocos ?los mejores son siempre escasos?, ha representado ese magisterio en la política, en la enseñanza (fue profesor de Griego) y en su cotidianidad: un áureo equilibrio entre excesos que aporta respeto, tolerancia y buena fe: la base óptima para crear el futuro con los demás: unos y otros.

Su talante generoso, confiado y abierto es el rostro de los mejores de su generación, la de nuestros padres y Padres de nuestra Constitución. Uno a uno, sus hijos o nietos, los vamos perdiendo: hombres y mujeres que antepusieron la excelencia a la procedencia, la honestidad a la ideología, la persona a la apariencia.

Pepe Beviá fue un gran político, y un gran profesor, ateniense por vocación, autor de innumerables, y efímeras, obras maestras en sus clases, solo recordadas por sus alumnos y alumnas.

Su memoria y la renovación del afecto que suscitó entre quienes lo conocimos y gozamos de su amistad es hoy más urgente en un tiempo ?y un mundo? en que los Temístocles y Pericles devienen en Alcibíades y Cleones.