A medida que la Unión Europea ha decidido no hacer frente a sus obligaciones jurídicas derivadas de la llegada de refugiados hasta sus países durante los últimos años, hemos asistido a la progresiva descomposición de los valores, principios y acuerdos fundamentales sobre los que se ha construido la Europa contemporánea. Efectivamente, los gobernantes europeos han protagonizado una de las páginas más vergonzosas con su deliberado abandono a las personas necesitadas de protección internacional que escapaban de guerras tan crueles como la de Siria, cuyas horrorosas atrocidades han sido retransmitidas en tiempo real. Y así han dejado que cientos de miles de estos refugiados se abandonaran a la aventura de un viaje incierto, teniendo que pagar elevadas cantidades de dinero para conseguir un lugar en las frágiles embarcaciones que surcaban el Mediterráneo a la búsqueda de las costas europeas, acabando muchos de esos trayectos en naufragios y ahogamientos.

Mientras todo esto sucedía ante nuestros ojos y los medios de comunicación informaban en directo de la mayor crisis humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial, las autoridades europeas no han dejado de anunciar acuerdos que incumplían sistemáticamente, prometiendo el socorro y la salvación de vidas humanas en el Mediterráneo que nunca llegaron, comprometiéndose a la acogida de refugiados mediante un régimen de reasentamiento y reubicación obligatorio para todos los países que ha sido incumplido sistemáticamente, al tiempo que se sucedían las cumbres y consejos europeos sobre los refugiados tras los que se anunciaban una y otra vez falsas promesas o acuerdos que violaban el derecho internacional, como los acuerdos de la UE con Turquía o los compromisos de expulsión de inmigrantes y refugiados a campamentos de internamiento en Libia acordados tras la Cumbre de Malta de febrero de este año.

Afortunadamente, Europa es mucho más que sus gobernantes y frente a la descomposición moral que estos han protagonizado, la sociedad civil se movilizaba para desplegar uno de los dispositivos humanitarios de ayuda, socorro y rescate más importantes de todo el mundo. La presencia de organizaciones sociales y no gubernamentales a lo largo y ancho de todos los países europeos, y particularmente en los campamentos de refugiados en Grecia e Italia o en Libia, Turquía, Jordania o el Líbano, ha evidenciado todavía más el irresponsable y criminal incumplimiento de los deberes hacia los refugiados practicado por nuestros gobernantes.

Los barcos que siete ONG han desplegado por el Mediterráneo, financiados con sus fondos propios, ejemplifican ese humanitarismo ciudadano que está demostrando su capacidad para salvar vidas de una muerte segura, rescatando a miles de náufragos a la deriva que navegan hacinados en embarcaciones semihundidas. Durante los últimos fines de semana estas ONG han llegado a rescatar hasta a 9.000 personas en solo tres días, muchas de ellas nadando al borde del ahogamiento, de manera que podemos afirmar sin exageración que sin el trabajo de estas ONG de rescate decenas de miles de mujeres, niños y hombres se habrían ahogado de manera irremediable en aguas que se han convertido en la mayor fosa común del mundo. Todo este trabajo se hace ante la pasividad negligente de los gobernantes europeos, quienes con su actitud demuestran que para ellos las miles de personas rescatadas son los «residuos humanos» de los que habló el sociólogo Zygmunt Bauman, producto de su globalización inevitable.

Pero la UE sigue empeñada en demostrar que es capaz de desobedecer todavía más sus acuerdos y principios normativos más elementales, convirtiendo el derecho humanitario y los valores democráticos en papel mojado. Y para ello, lejos de modificar su política de asilo y refugio trabajando en esa incumplida Agenda Europea de Migración, aprobada solemnemente en mayo de 2015, decide mantener su huída hacia adelante, acordando dejar de apoyar con fondos europeos a las ONG que trabajan con menores no acompañados en los campamentos de refugiados, a la vez que quiere limitar e impedir la actuación de las ONG de salvamento que con sus barcos rescatan refugiados en el Mediterráneo. La justificación ya las deslizó el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, cuando afirmó que «las ONG que rescatan a inmigrantes en el mar se convierten en cómplices de las mafias». No importa si con ello se vulnera el sagrado deber de socorro en el mar y si se incumplen acuerdos internacionales en materia de salvamento marítimo como el Convenio Internacional de Búsqueda y Salvamento (SAR) de 1979 y el Convenio Internacional para la Seguridad de la Vida Humana en el Mar (SOLAS) de 1974, que obligan a los Estados a garantizar que se preste ayuda a toda persona en situación de peligro en el mar, cualquiera que sea su nacionalidad o condición e independientemente de las circunstancias en las que se la encuentre.

Con ello, Europa se debilita aún más ante sus ciudadanos, aumentando el caos migratorio que vivimos y que parece no tener fin.

@carlosgomezgil