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Opinión

Verlas pasar

Anoche arrancó el primero de tres intensos días de música y diversión en el Low Festival de Benidorm, el mayor evento ¿cultural? ¿turístico? que se celebra en esta provincia. Igual me da como lo quiera calificar cada uno, lo que es indiscutible es que ningún otro acontecimiento reúne a 80.000 personas por estos lares. Los hoteleros de Benidorm se frotan las manos con razón, pues el Low implica, de momento, la mayor ocupación registrada este verano en sus establecimientos. El Low está ya tan asociado a Benidorm como Los Pajaritos de María Jesús y su acordeón a la ciudad de los rascacielos -no en vano un año utilizaron sin complejos esa canción para promocionar el festival-, pero conviene recordar que este macroevento no nació en la capital turística de la Costa Blanca. El Low celebró su primera edición en Alicante, en concreto en el puerto, pero tras esa experiencia los promotores pusieron tierra de por medio. Fue en los tiempos del PP. El año pasado el MareaRock se celebró en un descampado en Rabassa junto a la autovía. Una y no más. Este año sus decibelios se transportaron al término municipal de Elche. Por qué razones esta ciudad repele estos acontecimientos es para mi un misterio insondable, pero lo que está claro es que no se encuentran cómodos, fundamentalmente porque no se les ofrecen instalaciones adecuadas, aunque haberlas haylas, solo es cuestión de ponerse a ello. Ahora tenemos amarrada la Volvo Ocean Race por unos cuantos años, pero respecto a Ikea cada vez son más los alicantinos que piensan que el proyecto correrá la misma suerte que los festivales.

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