Parece que por fin la subasta del IVF se llevará a cabo y no acabará incorporándose a ese particular limbo alicantino donde ya duermen el sueño de los justos el palacio de congresos, Ikea o la estación intermodal. Es tal el embrollo generado por Ortiz alrededor del Hércules que a cualquiera se le hace difícil dar un paso en claro. No digamos a Illueca.

Si toda esa imaginación y esfuerzo que el constructor alicantino aplicó en ingeniería financiera se hubiera enfocado a la gestión deportiva, hace tiempo que estaríamos en Champions. Pero no, aquí andamos, hoycuentanostúporqué otra temporada en la segonabé y presentando una campaña de abonos que una vez más ha causado división de opiniones entre la hinchada: unos se acuerdan de su padre y otros de su madre.

He visto menús del día con ofertas más imaginativas que en la campaña diseñada por el Hércules. Ni siquiera se mantiene la zanahoria de los 6.000 abonados, ese rubicón mágico para no tener que pagar en la promoción de ascenso. Con un entorno urbano de 400.000 habitantes y un estadio que llenar para 30.000 personas, lo único que se nos ocurre es congelar los precios. La imaginación al poder.

Visto lo propuesto por el club hay que tener claro de entrada que nadie, más allá de los fieles, se va a abonar al reclamo de una campaña audaz e innovadora. Con semejante planteamiento difícilmente recuperaremos siquiera para nuestra causa algún desencantado que alguna vez compró nuestra marca, y que a poco que se le ofreciera un estímulo, este año volvería a hacerlo. Así que teniendo en cuenta cabreos varios y sobre todo, el hecho biológico, me temo que una vez más serán muchas las posiciones que avancemos en nuestro número de abonado. No somos nadie.

El nuevo presidente ha desaprovechado una oportunidad pintiparada para empezar a desmarcarse de lo anterior. Su bajada a la arena de las peñas en fechas recientes a propósito del contencioso con hacienda había creado cierta esperanza entre el herculanismo. Pero en relación a la campaña de abonos, lamentablemente no ha habido reunión sino lentejas.

Una vez más el club apuesta por el «que me quede como estoy» y así, año tras otro, el Herculanismo continúa poco a poco menguando sus filas a fuerza de derrotas y fruto de una política endogámica suicida. Somos la Isla de Pascua a punto de implosionar.

Nada nuevo bajo el sol, desde la directiva se fía todo al albur del éxito deportivo y queda para la afición la labor evangelizadora. Pero ahí los agoreros pinchan en hueso porque ese núcleo duro del herculanismo es lo mejor que tenemos. Esos cinco mil tipos que se mantienen contra viento y marea son las tropas de élite, los SEAL de la armada del Chepa; «cabezas negras» capaces de afrontar los desiertos más duros con un bocata de anchoas y sobrevivir. No abandonarán a los suyos ni bajo tortura de campañas como esta y son nuestra mejor baza para afrontar el futuro con esperanza.

Eso sí, también ayudaría que Portillo acertase con el nueve.