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En pocas palabras

Cuando hace dos veranos el Teatro Principal cambió de director, desde esta misma columna vaticiné futuros y enconados debates acerca del nuevo rumbo emprendido por el coliseo. Ingenuo de mí, esperaba que en esta ciudad se hablase más de teatro, de cultura en definitiva. Y me felicitaba por ello. Si la Cultura gana titulares, bienvenidos sean.

Ha bastado la primera junta de propietarios haciendo balance del primer ejercicio del nuevo gestor para comprobar cuán equivocado estaba. Por supuesto que se ha generado cierta polémica. Pero no para hablar de teatro, sino para mostrar una exhibición de desalentadora política provinciana capaz de minar la moral de quien les habla.

Después de escuchar los desafortunados argumentos con los que el portavoz del Partido Popular en Alicante arremetió contra la gestión de Sanguino, de verdad que dan ganas de emigrar de esta ciudad lo antes posible. En busca de otras más sensatas. Hablemos de teatro, no de política, no de siglas políticas. Porque afirmar como se ha afirmado que nuestro Teatro Principal provenía de la irrelevancia más absoluta es igualmente disparatado. ¡Pero si justamente antes del «cambio» pudimos disfrutar Sócrates con Pou/Mario Gas; La sesión final de Freud, con Helio Pedregal/Eleazar Ortiz; Hedda Gabler en coproducción con el CDN; Els Joglars con Vip o Buena gente, en versión de David Serrano! Lo que hizo durante tantos años Mª Dolores Padilla fue un ejercicio de funambulismo, con cuatro euros, que nunca quiso ser reconocido por sus contrarios.

Pero llegó el cambio de etapa. Y con él muy buenas noticias para el aficionado. Palabras mayores, titulé esta columna en cuanto supe del festín que nos esperaba. Y comenzaron a llegar montajes excelsos, premiados, reconocidos. Pero el público no se dio por aludido. Reikiavik, Cuando deje de llover, El pequeño poni o La piedra oscura dejaron el patio de butacas temblando. Esta última logró el récord a la baja en su larguísima gira por toda España, logrando cubrir sólo un 30% del aforo.

Si al portavoz del Partido Popular le interesase el teatro, y el buen teatro, estas cifras le debían haber comenzado a preocupar desde el principio. Haciendo autocrítica. Preguntándose, ¿pero qué está pasando aquí?, ¿qué hemos hecho mal en esta ciudad para que ese teatro que funciona como un tiro, que llena aforos y logra premios, no sea capaz de congregar ni a 500 aficionados en nuestro coliseo?

Tenemos Murcia como ejemplo, buen ejemplo, muy cercano. Con Ayuntamiento y Comunidad gobernadas por el PP. El Teatro Circo programará más de cien espectáculos entre septiembre de 2017 y enero 2018. Entre ellos puntales como el Calígula de Mario Gas con Pablo Derqui (una de las funciones del año). Pero es que hay más. El Teatro Circo ha acogido con naturalidad a todas esas compañías valencianas que en Alicante se han dado de bruces con la taquilla: La Teta Calva, El Pont Flotant... Y además cuentan con el Romea para el teatro más «comercial».

Sus políticos, al menos en los territorios de la cultura, no son tan provincianos como para inmiscuirse en la gestión de los profesionales del ramo, a los que dotan de un presupuesto más que digno para que trabajen a gusto. Lo demás viene rodado. El hábito del público y la normalización cultural. Esa que tan lejana se adivina en Alicante.

El Partido Popular alicantino, siquiera por amor propio, debía haber peleado en su día para que el presupuesto del Teatro Principal se quintuplicase. ¿No queremos estar a la altura del Arriaga, el Lope de Vega, el Calderón o el Cervantes, los escenarios de las ciudades a las que nos queremos comparar? Pues fuere, pero con los medios por delante. Con lo que habríamos disfrutado con El público de Lorca en versión Álex Rigola; con La quinta del biberón, versión de Lluís Pasqual. Con aquellas funciones del Teatro de la Ciudad (Antígona, Medea) que tantas alegrías dieron en sus giras. Con Páncreas, que alcanzó los 255 bolos y ni uno en Alicante.

Y si al banco que es copropietario del Principal no le interesa invertir en este proyecto cultural, que done generosamente a la ciudad su 50%. Alicante le estará eternamente agradecida. Porque sólo un Teatro Principal municipal 100%, libre de ataduras, podrá comenzar a caminar hacia donde quiera.

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