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Manolo Alarcón

Opinión

M. Alarcón

Ducharse con gaseosa

En Orihuela, el desaparecido Eduardo López Egío aseguraba hace poco más de dos años y con una sonrisa en los labios que, tal y como se estaban poniendo las cosas en la cuenca del Segura, «terminaremos por ducharnos con gaseosa». Y estos días en los que las palabras hectómetros, trasvases y sequía parecen haberse instalado en nuestra realidad otro verano más, un compañero insistía ayer en que no hay ni habrá problemas de abastecimiento: «La gente abrirá el grifo y saldrá agua», sentenciaba. Los dos tienen su parte de razón. Quien conoce de cerca la realidad del campo mira al cielo cada día y piensa: «Otro día que no lloverá»; en cambio, quien no ha conocido la palabra restricción en su vida, en esta sociedad del bienestar interminable, no sabe a qué nos enfrentamos porque sólo cuando ha tenido una avería ha abierto un grifo y no ha salido nada por él.

Uno recuerda aquella época en la cual las viviendas tenían depósitos individuales en las terrazas para garantizar el abastecimiento a cualquier hora del día porque en verano la demanda superaba la oferta y «no había presión para todos». Sólo por las noches los escuchabas jarrear con alegría. Eran depósitos de 500 litros, más que suficientes para aguantar una familia entera un par de días si era necesario. Yo soy de los que he visto lo que es quedarse sin agua.

Ahora, todos los informes aseguran que cada ciudadano consume más de 140 litros diarios... y eso no es nada comparado con las necesidades de una agricultura de la que dependen miles de familias en la provincia. Hay un problema latente y sin resolver con o sin un memorándum, una norma consensuada que nos vendieron como una panacea que no sirve cuando hay sequía. Ahora, los regantes vuelven a hablar de trasvases en un país que aún no se ha dado cuenta de que el agua no es un bien inagotable que sale por el grifo. Ese es el problema.

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