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Desde mi terraza

Crisis

Escribo este artículo mientras escucho la comparecencia del presidente del Gobierno en la Audiencia Nacional para actuar como testigo en el juicio sobre la supuesta financiación ilegal del Partido Popular. Lo que puede parecer insólito, dado el cargo del compareciente, no es sino una prueba de salud democrática, ya que en nuestra todavía reciente democracia solo otro presidente de gobierno, el señor Felipe González -cuando ya era ex-, compareció ante un tribunal por el caso de los GAL; pero en aquella ocasión se celebró la sesión a puerta cerrada. Algo hemos avanzado. Cuando se nos dice (se nos dice) que España está saliendo de la crisis económica más grave de nuestra historia, van apareciendo otras formas de crisis, entre las que el Tercer Poder, el Poder Judicial, está en tela de juicio; pero sin duda la crisis fundamental que mueve los cimientos de nuestro sistema democrático es el órdago independentista catalán, que enerva a millones de españoles y que compromete seriamente no solo al Gobierno sino también a todos los partidos políticos. Los dos próximos meses serán decisivos para nuestra historia, sin que hoy nadie pueda vaticinar el resultado final de lo que es una importantísima y decisiva cuestión de Estado. Pero descendamos de la alta política para centrarnos en nuestros problemas domésticos, irrelevantes para muchos pero decisivos para los que vivimos en esta bendita tierra. Y me estoy refiriendo a lo tanta veces comentado en los últimos días, que es el futuro de nuestro Teatro Principal; recordemos que en la última Junta de Gobierno se rechazaron las cuentas presentadas por el director del teatro, señor Sanguino, que arrojaron un saldo negativo de 300.000 euros, lo que provocó una agria reacción del portavoz del partido mayoritario en la oposición, el PP. El señor Barcala está en su derecho de expresar su descontento con las cuentas presentadas, algo que todos (incluido obviamente el director del teatro) lamentamos; pero con todo respeto me permito decirle al portavoz popular que se equivoca totalmente al afirmar que la programación del teatro se hace en función de cuestiones ideológicas, de izquierdas en este caso al depender la Concejalía de Cultura de Guanyar; desde que el teatro pasó a convertirse en un teatro público, siquiera al cincuenta por ciento, todos los que hemos sido responsables de la programación nos hemos movido por criterios artísticos y con la profesionalidad que exige el cargo, claro que siempre dependiendo del dinero disponible para programar; que el señor Sanguino haya intentado atraer nuevos públicos programando unos cuántos espectáculos de corte distinto al tradicional, me parece una orientación acertada, si bien quizás no ha sabido encontrar el equilibrio necesario entre lo tradicional y lo considerado teatro alternativo. Pero «Zamora no se ganó en una hora», y si a la escuálida e insuficiente subvención aportada por la propiedad unimos la notable disminución de espectadores, fruto de la falta de confianza de muchos aficionados hacia el director ante lo que desconocen, los números son lo que hemos visto. La asignatura pendiente de Paco Sanguino es conseguir que el aficionado teatral confíe en que lo que se les ofrece tiene interés y calidad artística, por desconocido que les sea; y eso, señores propietarios, no se consigue en un año. Las crisis, por duras que nos resulten, terminan aportando algo positivo; y en este caso concreto me congratulo al saber que el señor Echávarri, alcalde de Alicante, ha cogido el toro por los cuernos implicándose en la solución de los problemas económicos del teatro, algo que en mi opinión debió hacer desde el inicio de la legislatura. La misma satisfacción me produce el saber también que la Generalitat Valenciana, a través de la Conselleria de Cultura, va a tomar cartas en el asunto: la señora Carmen Amoraga, directora general de Cultura y Patrimonio, deberá tener en cuenta la que para mí es su mejor novela, El rayo dormido, ese rayo oculto pero vivo que se oculta en un árbol e inesperadamente termina por estallar, y lo aplique al caso alicantino. Pero señores, creo que lo más importante está por hacer, y se trata sencillamente de que tanto el Ayuntamiento como el Banco Sabadell, propietarios del teatro, tomen conciencia de que ese edificio emblemático está destinado a servir a la ciudad con un contenido cultural serio, sin obviar su parte de entretenimiento: «Enseñar aprovechando», en palabras de Tirso de Molina. Y que eso cuesta dinero, lo mismo que cualquier actividad cultural. En resumen, se trata de asumir que el Principal es un teatro público, con todas las consecuencias.

La Perla. «En vez de esto, trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla». (A. Einstein)

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