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Opinión

Puro teatro

Fue Steven Spielberg quien en una entrevista a raíz del estreno de esa obra magistral que es «La lista de Schindler» explicó que había podido acometer un proyecto de semejante envergadura gracias al resultado de películas anteriores. Cintas de aparente menor calado pero con más tirón que le proporcionaron suficiente riñón para lanzarse a una apuesta de ese nivel. Ahora bien, para que el padre de «Tiburón» y el abuelo de «E. T.» pudiera contar al mundo cómo un empresario alemán salvó de una muerte segura a más de un millar de judíos polacos durante el Holocausto tuvo que haber quien, en sus inicios, apostara por él. Alguien para el que la rentabilidad no fuera su único santo y seña. Lo contrario de lo que ha hecho el Sabadell, el Ayuntamiento de Alicante y, por omisión, la Generalitat con el director del Teatro Principal, Paco Sanguino, y con el propio coliseo alicantino. Cierto que los números cantan y que el balance económico dista mucho de ser el ideal. Pero no creo que a quienes ahora piden cuentas se les escape la, a todas luces, escasa aportación con la que pretenden hacer creer que es real su apuesta por la cultura. Ni que se sorprendan de los resultados de una programación tan arriesgada como de calidad a la que dieron el visto bueno sin reparar en que no era un cartel de masas. Viene a ser algo así como cuando el corrupto jefe de la Policía de Casablanca le cierra a Bogart el café de Rick con la excusa de que ha descubierto que allí se juega. Y lo hace mientras recibe la ganancia de su última partida exclamando: «¡es un escándalo!». Pues eso. Puro teatro.

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