Se estima que el 36% de la población española tendrá más de 65 años en 2050. Apenas quedan unos años para que el sector sanitario afronte un cambio de modelo para atender a una sociedad cada vez más envejecida y con enfermedades crónicas que demandan más recursos, económicos y humanos. Tanto el envejecimiento poblacional como el mayor número de enfermedades crónicas nos obligan a orientar la atención hacia un modelo de cuidados (incluso a domicilio), más que de atención hospitalaria. Es más, los futuros profesionales sanitarios debieran ser formados en las facultades haciendo hincapié en la atención primaria, en la salud comunitaria y en habilidades de comunicación con el paciente. Y este reto debe comenzar por mejorar la optimización de los recursos. Es inconcebible que el 78% de las urgencias registradas en Madrid hubieran podido ser atendidas en sus 38 centros de urgencias de atención primaria, sin necesidad de acudir al hospital, pues de esta manera es como se colapsan las urgencias hospitalarias, ya de por sí bastante saturadas. Es, por lo tanto, fundamental el potenciar la atención domiciliaria. Pero también es esencial que la cultura en la sociedad cambie, hasta comprender que la visita al hospital ha de producirse por cuestiones muy puntuales y de franca urgencia, y no como un coladero para evitar las listas de espera.
La revista británica "The Lancet" inició en 2012, con motivo de los Juegos Olímpicos de Londres, una serie de estudios sobre la inactividad física en relación con el riesgo de muerte, así como los gastos que acarrea. Así, han demostrado que la actividad moderada de ejercicio durante 60 a 75 minutos al día elimina los perjuicios derivados que generan ocho horas de inactividad física. Y esta inactividad, según la misma revista, cuesta a España unos 2.200 millones de euros. Y, además, con los beneficios que el ejercicio físico comporta sobre la mejora de las cifras de tensión arterial, de colesterol, de glucosa, de disminución de resistencia a la insulina (estos dos últimos evitarán la diabetes) y de disminución de grasa abdominal (todos ellos, trastornos que causan el tan temido síndrome metabólico, favorecedor de las enfermedades cardiovasculares).
El 7 de abril se celebró el Día Mundial de la Salud. La OMS lo celebra siempre en esta fecha con motivo de su fundación en 1948. Cada año aborda un desafío en el área de la salud pública que afecta a millones de personas; y este año le ha tocado a la depresión. El número total de pacientes con depresión en todo el mundo creció el 18,4% entre 2005 y 2015, siendo la principal causa de incapacidad. Así, a nivel mundial la padecen 322 millones de personas. Entre las zonas con los menores índices del trastorno están las Islas Salomón (2,9%) y Guatemala (3,7%), mientras que la población brasileña lo padece en el 5,8% (11 millones); claro que EE UU lo sufre en el 5,9%, llevándose la palma (17,4 millones). Además de tristeza, la depresión se caracteriza por otros síntomas, como pueden ser la disminución de energía vital (astenia), cansancio, alteraciones del sueño, reducción del apetito, falta de concentración, etc.
