Hay quien no quiere saber, pero debería: la Generalitat gasta e invierte en la provincia de Alicante treinta veces, sí, treinta veces más que la Diputación Provincial (seis mil millones de euros al año, frente a los doscientos millones anuales de la institución local que preside César Sánchez). Como suena.

No obstante, en su cansina lucha contra el gobierno de la Comunitat, nuestra posturera Diputación Provincial, envuelta en la bandera del rancio y no sé si rentable antivalencianismo, sigue constituida como una especie de OLPA (Organización para la Liberación de la Provincia de Alicante) y jura por lo más sagrado que es la institución que nos salva cada día de las supuestas garras del Consell.

Hazaña difícil y falsa a la vez, más aún cuando el grueso de su comparativamente corto presupuesto lo dedica a conjugar los verbos estar, parecer y aparentar ( chapeau en eso, que ahí sí que son unos maestros). Con lo que les sobra, previa pasada por el filtro sectario que está en el ADN de las derechas - exta sí, exta no- apoyan selectivamente a los ayuntamientos alicantinos. Nos alegramos por los habitantes de Famorca o Busot, pero no por tantos otros.

Y mientras, alguien lleva con más discreción y eficiencia el verdadero gobierno aquí: sanidad, educación, igualdad, economía, hacienda, justicia, agricultura, urbanismo, transparencia, turismo, emergencias? y así, hasta esos seis mil millones, sin más cosmética que el sudor ilusionado de quienes están por mejorar la vida de los alicantinos y sin más despilfarro que el del escrúpulo para administrar con justicia y transparencia cada euro que sale del bolsillo de la ciudadanía, que es al fin y al cabo la que pone la pasta.

Y mientras, en positivo, el gobierno que preside Ximo Puig cabalga con un caballo heredado del anterior gobierno autonómico del PP, al que mejor no miramos el diente, porque el estado en que nos lo dieron está más cerca de Rocinante que de Babieca. Recibimos un rocín todo piel y huesos que arrastra una deuda que nos come el veinte por ciento de esos seis mil millones, un matalón menguante en funcionarios que Montoro no deja reponer, un jamelgo hambriento infrafinanciado por el gobierno de Madrid, que sueña con mantenerlo muy lejos de los puestos de cabeza y que no repara en palos, piedras y mentiras para frenar la recuperación del prestigio moral que se perdió con ellos en el poder.

Si, aún así, todos los indicadores dicen que lejos de caer crecemos, avanzamos, cumplimos la palabra, reanudamos las obras no ejecutadas y ejecutamos lo que presupuestamos, no creo que sea gracias a la Dipu de los pueblos.

A los datos me remito, y a la opinión de cada vez más alicantinos.