Casualidad y causalidad son dos palabras distintas, aunque similares, y en muchas ocasiones se confunden. De suyo, la gente suele utilizarlas indistintamente cuando significan cosas y situaciones distintas. Porque no nos equivoquemos, no quieren decir lo mismo. La primera se refiere a cuando las cosas suceden de forma inesperada y sin que las pudiéramos prever. Casi sin darnos cuenta ocurren y sin que hubiéramos puesto los medios adecuados para que sucedieran, pero, sin embargo, suceden. Tampoco es que no nos mereciéramos que ocurrieran, pero surgen con un menor esfuerzo que cuando ponemos nuestro máximo empeño en conseguir algo y, sin embargo, nos cuesta llegar a ello. Pero un día las cosas surgen sin más con absoluta facilidad. Aunque igual pudiéramos pensar que es el resultado de actuaciones anteriores. Pero, sea como fuere, lo cierto y verdad es que surgen «por casualidad».

Por otro lado, la causalidad es lo opuesto a casualidad. El principio de causalidad es un principio clásico de la filosofía y la ciencia, que afirma que todo evento tiene una causa. Así, si nosotros hacemos algo y conseguimos un determinado resultado lo será porque hemos puesto los medios adecuados para llegar a éste. Y a veces han sido muchas las razones o causas que nos han llevado a conseguir algo. Porque las cosas no ocurren de manera aislada, sino que unas están ligadas a otras en un proceso de interacción. Unas cosas suceden a otras y con frecuencia en el mismo orden. A los primeros sucesos en una relación los llamamos causas y a los segundos efectos. Decimos esto porque resulta importante destacar que el efecto, cuando conseguimos un determinado objetivo, es el resultado de una causa, o aquellos medios que hemos puesto sobre la mesa para llegar a este fin concreto. Y, por ello, el efecto es aquello que se consigue por virtud de una causa, o el fin para que se hace una cosa. Así, la relación que existe entre causa y el efecto alcanzado se llama causalidad.

Verá el lector la gran diferencia existente entre ambas acepciones. Que pueden parecer idénticas o similares, pero en el fondo no lo son. Y tampoco en la forma. Porque en muchas ocasiones las confundimos y está claro que «causa» y «casual» no son lo mismo. La primera hemos visto que son las distintas acciones que realizamos para conseguir un resultado. Esos esfuerzos diarios que vamos sumando día a día para hacer algo. Nos organizamos para llevar a cabo tareas destinadas a un fin que nos hemos propuesto y vamos sumando causas para, al final, conseguir un determinado efecto, el cual es el resultado de esa suma de esfuerzos que hemos venido realizando.

A veces escuchamos expresiones relativas a que ha ocurrido un determinado fenómeno o acontecimiento y decimos que ha ocurrido por «casualidad», pero si ahondáramos más en ello seguro que encontraríamos alguna causa o razón por la que al final ha desembocado en ese efecto concreto, con lo que ya no ha ocurrido el suceso final por casualidad, sino por causalidad. Pero al revés esto no ocurre, porque si vamos realizando esfuerzos para conseguir un fin y este ocurre, no habrá sucedido por casualidad, sino que lo será por causalidad. Nos hemos esforzado en llegar a este fin y lo hemos logrado. Nuestro esfuerzo es la causa o razón del efecto logrado.

Por ello, cuando se quiere minusvalorar el esfuerzo de alguien se suele decir: ¡Fíjate qué casualidad lo que ha logrado tal o cual persona!, como queriendo significar que no ha sido fruto del esfuerzo, sino de la suerte o la fortuna, o que las cosas y los logros surgen sin esforzarse alguien. En otras ocasiones sí que hay personas que consiguen algo y lo es por casualidad, es decir, porque o la fortuna les ha sonreído, o porque ha ocurrido el suceso de forma que no lo ha sido por el esfuerzo, sino por otros factores. Y estas situaciones se dan con mucha frecuencia en la vida, porque hay cosas que surgen por causalidad y son resultado de un esfuerzo y otras ocurren por casualidad. Pero cuando estas últimas se tornan en acontecimientos negativos para la sociedad o para los ciudadanos, quien ha puesto los medios para que éstas ocurran alegan que algo ha ocurrido por casualidad, ocultando las acciones llevadas a cabo para conseguir algo. Cuando ocurrió la crisis económica del año 2007 no fue por casualidad, sino que fue un desastre organizado que se veía venir. Y cuando las sociedades se hunden en ideas y patrones de conducta no es por casualidad. Es porque no hacemos las cosas bien. Por ello, pongamos las causas positivas en funcionamiento para evitar que «por casualidad» las cosas en la sociedad no salgan bien y los problemas sigan sin resolverse.