¡Ya decía yo que mi padre, Manolo, tenía algo de roquero!. Compartía apellido con Rosendo - Mercado- y tal vez eso imprime carácter, aunque sus formas eran diametralmente opuestas: uno vestía de chaqueta y corbata, el otro melenas y pantalón vaquero. ¡No recuerdo haber visto a mi padre con tejanos!. ¡Maneras de vivir!. De todas formas, como dice el refrán «el hábito no hace al monje» o como aseguraba mi añorado alcalde de noche -y amigo- Santi Carbó: «Los viejos roqueros nunca mueren; se cansan». ¡Va a ser eso!.

El rock nació como una cuestión de rebeldía ante una sociedad estancada, a la que se quería «refundar», como el PP. La primera manifestación externa de ese movimiento revolucionario, que estuvo precedido por otros, tales como el «mod», fueron las largas melenas y aunque los John, Paul, George y Ringo ( The Beatles) siempre tuvieron fama de melenudos gamberros, otros, como reza el cancionero español, «cardaron la lana», tales fueron los casos de Procol Harum, Led Zepelin, Dep Purple o T. Rex, por citar a algunos. Ellos, los de Liverpool, fueron criticados por «fomentar», según las crónicas de la época, el consumo del LSD, sin tenerse en cuenta que su canción ( Lucy in the Skay with Diamonds) iba por otros derroteros. En el lado opuesto -para equilibrar la balanza- encontramos a los modélicos y «repeinaos» Moddy Blues, aquellos de «Noches de blanco satén», Beach Boys, los de « Good Vibrations» o a The Mamas & The Papas, con su «California Dreamin».

Las melenas fueron la seña de identidad de uno de los movimientos juveniles más reivindicativos de la historia, «el hippie», que preconizó Jacques Kerouac y que tuvo su momento cumbre en el festival de Woodstock, donde Janis Joplin, Jimmy Hendrix, Carlos Santana, Joe Cocker, Joan Baez, The Band, los Hermanos Winter, The Who o la Jefferson Airplane, entre otros, dejaron patente que los jóvenes de la época estaban más por hacer el amor -aparearse- que por la guerra, sobre todo la de Vietnam. El famoso «mayo francés» de 1968, en el que los estudiantes parisinos, en particular, y franceses, en general, salieron a la calle para reivindicar una universidad más abierta, igualitaria y sin ataduras, se cimentó en la filosofía inconformista que propugnaba Kerouac, pero llevada a su máxima expresión y con la que se quiso romper con lo establecido.

El rock nacional actual tiene sus exponentes en el anteriormente mencionado Rosendo o José María Sanz Beltrán, que no tenéis ni idea quien es, a no ser que sea por su alias, Loquillo. Pero no debemos olvidar a quienes, antes, estuvieron muchos años en la carretera, como Salvajes, Obús, Barón Rojo, Leño, Ñu, Ramoncín, Medina Azahara o Mago de Oz e incluso Miguel Ríos o Bruno Lomas, en lo que se refiere a chutes de adrenalina en vena, porque otros, Bravos, Canarios, Triana o Mezquita, fueron más «dulces/suaves», que no menos potentes. Pantalones «acampanaos», camisas de flores/estampadas y pelos largos fueron las señas de identidad de una juventud que estaba dispuesta romper con el pasado para caminar por sí sola, incluso obviando su historia, aunque quien la desconoce no tiene futuro y corre el peligro de cometer los mismos errores.

Extrapolando esta paja mental y ciñéndonos únicamente a la Muy Noble, Leal y Siempre Fiel Ciudad de Orihuela, podemos coincidir, y coincidimos, en asegurar que el futuro de «su pueblo y el mío» -¡gracias Miguel ( Hernández) por regalarnos esta frase y permitir que la utilicemos!- pasa por una mayor implicación, a todos los niveles, de los más jóvenes, ya que parece haber quedado demostrado que quienes nos «desgobiernan» están más por otra labor que por la de currar en lo que deberían y para la que han sido elegidos.

¡Mirad!. El otro día coincidí con un amigo, Jorge, que, hace unos años y representando a una empresa nacional, presentó un proyecto al equipo que, entonces, «gestionaba los intereses de los oriolanos» en la Casona de la Esquina del Pavo y con el que se pretendía rehabilitar no sólo la Plaza de Toros sino su entorno. Quiero recordar que ejecutar aquel proyecto suponía una inversión de, aproximadamente, diez millones de euros. ¡Lo que son las cosas de la jodida vida!. Los chicos del actual equipo de «desgobierno» azulón/naranja -el anterior era verde/rojo, tirando a rosa-, en un arranque de austeridad desmedida, han vuelto a presentar la rehabilitación del coso, asegurando que las obras costarán unos 375.000/400.000 euros. ¡Dulsísimo nombre de Jesús, está bien que se ahorre, pero rebajar la cosa en 9'6 millones de euros es «to much» (demasiado)!; ¿no?.

Por cierto, Orihuela debe ser la ciudad española con mayor número de plazas de toros, siempre y cuando nos atengamos a las veces que se han presentado proyectos para rehabilitar la única que hay, la del Camino Viejo de Molins/Los Arcos. ¡Y eso que la villa y corte es «ciudad anti taurina»!. Salir en la foto es muy fácil, siempre, eso sí, que haya un «bocachancla mangurrián» que no tenga reparos en soltar por su «muí» (boca) la parida que le permita el minuto de gloria que persiguen los políticos que no tienen protagonismo alguno, ni siquiera en sus casas, y siempre que, eso sí, haya quien les dé pábulo. Por eso y para eso, ¡larga vida al rock, como actitud de rebeldía!. ¡Jodía resaca!. ¡Los moros y cristianos me matan!.