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Pluralia tantum

Hay que reconocer que el actual secretario general es un sentimental y en ese momento apelaba al sentimiento como aliado inestimable de un fin político

En una sociedad plural, inmersos como estamos en la era de la pluralización, urge afrontar sin demora el reto de pluralizar la nación, de avanzar hacia la nación de naciones, de alcanzar, en suma, la España plurinacional.

El prefijo «pluri», es la piedra de toque de la modernidad, denota progreso y dota de inmunidad al sustantivo al que se antepone. La plurinacionalidad se torna incontestable.

-«Vamos a ver, Pedro, ¿sabes lo que es una nación?»

-»¿Y tú me lo preguntas?», debería de haber respondido Sánchez al ex lehendakari como alarde poético previo a su sentimental definición. Pero no.

Es sabido que la interpelación se produjo en el debate entre los candidatos a la secretaría general del PSOE y su respuesta, no por repetida, ha perdido un ápice de interés. La nación entendida como sentimiento; de un plumazo, Sánchez arrumbó la doctrina y la jurisprudencia sobre la cuestión.

Hay que reconocer que el actual secretario general es un sentimental y en ese momento apelaba al sentimiento como aliado inestimable de un fin político.

Por supuesto, es lícito asociar los afectos con el lugar de nacimiento, más aún, es imprescindible. El deseable arraigo al terruño dota de identidad a los lugareños, es verdad; pero el sentimiento identitario no es exclusivo de los oriundos de ciertos territorios afortunados. Habitualmente, cualquiera que sea el lugar de nacimiento, suscita en los naturales un fervoroso sentimiento de pertenencia y de identificación con la historia y la cultura propias que impele a erigirse en nación.

Al mismo tiempo, los nacionales son ciudadanos merced al vínculo jurídico establecido con el estado y se reivindican precisamente en contraposición a los foráneos.

En aras del consenso, la Constitución del 78 fue calculadamente ambigua al pretender la cuadratura del círculo; el artículo 1.2 sostiene que la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado; el artículo 2 alude a la «indisoluble unidad de la Nación española» como fundamento de la propia Constitución, pero simultáneamente se reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las «nacionalidades y regiones» que la integran y la solidaridad entre todas ellas.

Al referirse a las nacionalidades, se emplea una «fórmula de transacción» indeterminada que no se concreta en el Título VIII, referido a la organización territorial. La Constitución no establece qué comunidades son nación y cuáles región, y deja al albur de las propias comunidades el reconocimiento estatutario de su especial identidad histórica y cultural.

Así, cabría pensar que la Carta Magna admite implícitamente la noción de Estado plurinacional (y pluriregional). La existencia de comunidades nacionales o nacionalidades es compatible con el mantenimiento de la estructura unitaria del estado.

Pero, por otra parte, también se advierte de la contradicción entre los términos de Estado nacional español y Estado plurinacional, de modo que solamente uno podría sostenerse e imponerse al otro.

Ciertamente, hay dos tesis irreconciliables: o bien la nación española está en la base del poder constituyente, o bien varias naciones o regiones (por determinar) se unen para crear un estado federado o confederado.

Al parecer, el modelo vigente emanado de la Constitución está agotado y son necesarios nuevos planteamientos. El disenso está servido.

En todo caso, la propuesta requeriría una reforma constitucional y, por ende, un renovado consenso. ¿Es verosímil dadas las circunstancias?

Aquel nacionalsentimentalismo exhibido por Sánchez se ha concretado en la Declaración de Barcelona para reconocer «las aspiraciones nacionales de Cataluña y mejorar el autogobierno de la Generalitat».

La solución ofrecida es incongruente con el desafío independentista e inoportuna, salvo que se pretenda utilizar el secesionismo como arma electoral, o se trate de devolver el favor al PSC por el apoyo prestado recientemente.

Con el pretexto de pluralizar, se pretende singularizar. Esgrimir la plurinacionalidad como coartada, encubridora de privilegios, frente a una nacionalidad residual, no es acorde con la igualdad ni con el progreso. Algunos siempre reclamarán el trato de «nación más favorecida» (traducido en ventajas económicas), cuando no la constitución de un Estado independiente.

La nación española posee como singularidad una pluralidad inherente, es únicamente plural, como aquellas palabras que no tienen forma singular y son «solo plurales» («pluralia tantum»).

No en vano Hispania se ha declinado históricamente en plural.

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