Alguien muy puesto en asuntos internacionales nos tendría que explicar si esto de la visita de los Reyes a Reino Unido se puede interpretar como algo bueno desde el punto de vista estratégico para España, o no. El momento me parece que no podría haber sido peor escogido, si pienso en que, al mismo tiempo que los Reyes desfilaban en carrozas al más puro estilo Disney por el centro de Londres, el negociador de la UE para el «Brexit», Michel Barnier, lanzaba la advertencia de no sellar el pacto si los británicos se niegan a pagar lo que se ha venido a denominar la factura. Factura por salirse de la UE y dejar desatendidos los compromisos previamente adquiridos, que asciende a la suma de 100.000 millones de euros. No es poco y los británicos parece que quieren hacer como si nada, o casi. Así que, igual muy por el contrario, la visita se ha concebido como un intento de enjabonar las tensas relaciones entre la UE y el Reino Unido, lo que nos concedería un papel preminente en estos momentos.

No me puedo explicar que, después de que habían pasado treinta años desde la anterior visita oficial de los Reyes a Reino Unido, hayan tenido que ir precisamente ahora. Claro está que de los grandes países de la UE España es el único con monarquía, por lo que ni Alemania, ni Francia, ni Italia podrían haber emprendido esta misión diplomática. Las atenciones que han dispensado a nuestros monarcas parecen haber sido numerosas, incluyendo tener a su disposición su marca favorita de champú. En esto es donde claramente nos diferenciamos de los británicos. Allí donde a los españoles nos suele gustar salir de nuestro país para experimentar otras cosas, los británicos salen de su país para tomarse la misma cerveza, con las mismas salchichas y las mismas beans de lata de su casa, se encuentren donde se encuentren. Es cierto, las generalizaciones son odiosas e injustas, pero hablo de una mayoría de británicos.

Los cerca de trescientos mil británicos que residen en España han de estar bastante preocupados por su futuro. Aquí se vive muy bien, eso ya lo saben y por eso están aquí. Y supongo que querrán seguir estándolo. Los negociadores han de conseguir que en un futuro no estén ellos mejor aquí que los españoles residentes en Reino Unido. Para ello es imprescindible la reciprocidad, como se ha apresurado a decir en un diario nacional español Theresa May en estos días, aludiendo al pasado común que, dice, desea también constituya una relación duradera de cara al futuro. Es mutuo este interés y espero que se consiga un acuerdo por el bien de Europa en su conjunto. Considero valiente que el Rey Felipe VI aludiera al tema en su discurso en el Parlamento durante la reciente visita. Y es que con lo que nos cuesta la Casa Real hemos de rentabilizarla.