No es raro que la pasión y las creencias, en todas sus formas, nublen la razón de las personas. Sin venir a cuento, personas a las que atribuimos conocimientos técnicos, formación y cultura nos sorprenden estruendosamente con salidas de pata de banco. El comandante de Marina de este puerto acaba de hacerlo con sus afirmaciones sobre la decisión de Capitanía de obligar a la «réplica» del Santísima Trinidad a realizar una serie de inspecciones técnicas. Impulsado por un equivocado ardor patriótico, que nos retrotrae a tiempos pre-democráticos, el comandante de Marina culpa a los «rojos locales» supuestamente ofendidos por lo que solo él considera una representación de un barco de la Armada, obviando la cruda realidad de los hechos.

Ver en un bar flotante y empresa privada una representación de los valores patrióticos de 1805 no deja de ser surrealista. La realidad es que se construyó sobre un casco de un viejo mercante que iba a desguace, se cubrió su parte sumergida con fibra de vidrio y se construyó una estructura con madera y plásticos, convirtiéndose así en una estructura flotante que no en un navío.

Entre otras cuestiones, la Dirección General de la Marina Mercante, debe dar cumplimiento a la ley y la normativa internacional en materia de seguridad y lo hace a través de sus capitanías marítimas, en el caso que nos ocupa, simplemente se ha exigido al propietario de ese artefacto flotante la aplicación de la ley, instándole a ocupar otro espacio en espera de la pertinente inspección y ello tras concederle una prórroga y haberse constatado posteriormente en inspección subacuática que la «réplica» sufría daños en su casco por acción galvánica.

La ley exige, sin exclusión, que todos los buques/estructuras de este tipo deban ser revisados periódicamente fuera del agua, dado que no es técnicamente posible hacerlo de otro modo, eso debería saberlo el señor comandante.

Por otra parte, me permito discrepar sobre la valoración del comandante sobre que tras todo esto están los rojos locales. Mire usted, al director general de la Marina Mercante lo nombra el presidente del Gobierno, en este caso el señor Rajoy que puede ser lo que usted quiera menos rojo, pero es que debo recordarle que en el Consejo de Administración de este puerto están representados, entre otros, la Diputación Provincial, Aduanas, la Patronal y Puertos del Estado y todos ellos apoyaron la decisión por unanimidad del cumplimiento de la propuesta.

No hay que alargar el tema, no tiene usted razón, señor comandante, y le hace un flaco servicio a la institución que usted representa con elucubraciones franquistas trasnochadas. Y si me pregunta a mí, como profesional de la mar de muchos años, le diría que yo nunca habría permitido colocar en ese lugar una industria tan peligrosa (una hoguera en potencia) y me parece muy acertada la decisión de retirarla a otro muelle y exigir el cumplimiento de la ley. Un incendio o un hundimiento de esa estructura de madera y plástico, ubicada en un espacio que es una auténtica ratonera y llena de turistas sería un drama para la ciudad.

¡Ah!, y sí, yo apostaría por retirar ese absurdo y antiestético monumento en «honor» del Servicio Militar Obligatorio que tanto daña a la vista.

Una última cuestión, dado que en este puerto no existe ni una mísera chalupa, ni una patrullera de la Armada, ¿qué sentido tiene mantener una Comandancia de Marina en un caserón emblemático frente al Meliá? ¿No sería más acorde con los tiempos y los intereses de la sociedad dedicar ese bello inmueble a otros fines?

Dicho queda.