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Deconstrucción del 'procés'

El secesionismo catalán se agrieta en el reflujo de la fase épica. La incontinencia verbal de Puigdemont y sus decrecientes leales, más la astucia de Junqueras para líderar una nueva mayoría de gobierno, componen un guiso que la salsa amenazadora de las CUP hace indigerible. Las tres fuerzas contemplan objetivos diferentes aunque finjan "unidad de destino" en el patrioterismo local. Los ex-convergentes del PdeCat intentan no desaparecer por el fracaso de esta apuesta y el descrédito de la corrupción; los republicanos tienen fundadas esperanzas de presidir Cataluña tras las elecciones anticipadas por aquel fracaso; y los populistas perpetuar la física del caos que describe su proyecto. El propio Puigdemont reitera que no seguirá en el govern, pase lo que pase el primero de octubre, y tendrá que convocar elecciones sin ser candidato. Junqueras presiona por sindicar responsabilidades derivadas de actos inconstitucionales, y así eludir una sentencia de inhabilitación personal que le haga inelegible. Además, seguir desangrando el gabinete que vicepreside, con ceses de consejeros. Y los del caos, a lo suyo, que es navegar a ciegas en la nube de la distopía.

Las declaraciones de legitimidad, repetidas hasta el cansancio sin un solo organismo estatal ni exterior que las respalde; los borradores de leyes de desconexión y promulgaciòn de la independencia, teatralizados por eludir el riesgo de la sede parlamentaria (más temible, constitucionalmente hablando, que un debate del que huyen dejando fuera la representación democrática de la mitad o más de la poblaciòn); y la demolición del govern, del que en pocos días han sido cesados cuatro consejeros por su poca fe separatista, son los datos más visibles de la deconstrucción del proceso, tan concreta que parece calculada.

Otro dato es la advertencia de ilegalidad por parte del gobierno estatal, que no necesita dramatizar para que se apeen del proceso las organizaciones empresariales, los cuerpos funcionariales, las fuerzas de seguridad autonómicas y suma y sigue. A ver cómo aguantan la sangría hasta el 1 de octubre. Dice el president que el gobierno español les ataca por tierra, mar y aire, lo que es obviamente falso. Hasta ahora, la acción separatista que se atribuye poderes imaginarios, solo ha provocado la reacción de una legalidad impecablemente democrática para el mundo mundial, aunque Junts pel si predique inútilmente lo contrario. Solo faltaría que el Estado, los tribunales y las fuerzas de seguridad no cumpliesen sus compromisos con la Ley.

Eso sí: toda deconstrucción preludia una nueva construcción. Superado este episodio, habrá que conjurar su cronificación mejorando si es menester el encaje catalán en la unidad española. Y si la voluntad es recíproca antes del uno de octubre, mejor que mejor.

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