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Antonio Sempere

En pocas palabras

Me pregunto dónde irán a parar todos los cursos de verano cancelados en el último momento por falta de alumnos. ¿A qué carpeta irán a parar esas lecciones no pronunciadas?, ¿a una semejante a la de los correos escritos y no enviados? Cada clase es irrepetible, cada cara a cara con los alumnos no tiene parangón. Y cuando ese encuentro se volatiliza, entra en ese limbo extraño de los futuribles que pudieron ser pero que nunca cristalizaron.

Los Cursos de Verano de la Complutense en San Lorenzo de El Escorial, como los de la UIMP de Santander, no se suspenden salvo causa de fuerza mayor, indisposición grave del ponente o cosas así, aunque recuerdo haber estado en las clases de Patrick Chereau con un cáncer avanzado poco antes de morir, sin renunciar a ellas.

Y es que la experiencia de compartir una semana ideas con los alumnos incluso alarga un poquito la vida.

Es época de patrocinadores. Y junto al banco mecenas y patrocinador principal, existen una serie de colaboradores que sustentan cada uno de los cursos. Quedando asegurados incluso con una baja asistencia de alumnos. ¿Pero qué ocurre cuando la celebración depende exclusivamente de este cupo? Pues lo que ha ocurrido esta semana en la Sede de la UA en Villena, que decidió cancelar el curso sobre el arte en las comarcas del Vinalopó por no contar con número de alumnos suficientes.

Ojo, que la culpa no es de los gestores. Tanto la actual, Mª Ángeles Alonso Vargas, como todos sus predecesores, han cumplido su papel modélicamente. El problema es de la falta de interés de los convocados. A lo mejor tienen la idea equivocada de que estos cursos de verano van dirigidos a alumnos en edad universitaria. Nada más lejos de la realidad. Para que se hagan una idea, la mayoría de alumnos que se matriculan en los Cursos de Verano de la Complutense en El Escorial o en Santander son mayores de 50 años. Y muchas más mujeres que hombres. El saber no ocupa lugar. Y los cursos son una opción de vacaciones culturales, con beca lograda o sin ella, que cada vez gana más adeptos.

El 6 de julio se llevó a cabo el acto inaugural de estos Cursos de Verano en el Teatro Chapí de Villena. El cuarteto de Ana Camús sonó a gloria. Los discursos institucionales fueron precisos. Todo fue perfecto. Excepto que el primero de los dos cursos convocados, el que debía arrancar el lunes 10 de julio, decidió ser cancelado ese mismo viernes.

Así es que tenemos acto inaugural y un amplio programa de actividades culturales alrededor de estas dos semanas. Todo estupendo. Pero nos quedamos sin la almendra. Sin un curso inédito, de producción propia, en el que hay implicada media docena de profesores de Villena, Sax, Aspe y Elche, cuyas lecciones dormirán en la carpeta de los asuntos inéditos. Y unos alumnos que se han quedado con la miel en los labios.

Ay, si se suspendiese una corrida de toros, o un partido de fútbol; ay, si se suspendiese un concierto en la gira de un cantante de moda de los que agotaron entradas desde el invierno. Pero se suspende un curso de verano y no se entera ni el apuntador. Los matriculados, y porque no queda más remedio. Por eso quiero rendir un homenaje a tantos y tantos cursos de verano convocados por nuestras universidades para estas semanas. A los que lleguen a buen puerto y a los que no. Haciendo una llamada de atención a los posibles alumnos, que podemos ser todos, a que cursarlos es una de las experiencias más enriquecedoras que una persona puede experimentar en pleno estío.

Tanto me gusta impartirlos, que he dejado de proponerlos para evitar el disgusto tan enorme que me llevo caso de que llegue la cancelación. De ahí que ahora sea alumno permanente. De los que enlaza uno con el siguiente. Como dice un amigo, para colgar tanto diploma necesitarías una casa muy pero que muy grande. Pero eso es lo de menos. Del curso lo menos relevante es el diploma. Palabra.

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