El abandono de menores de sus hogares es una situación que está proliferando en los últimos años al abrigo de la creencia de muchos chicos y chicas de que una vida en libertad les propiciará un mejor bienestar que el hecho de estar sometidos a unas reglas de conducta en su propio hogar marcadas por sus progenitores. En muchas ocasiones estas decisiones vienen ayudadas por otros amigos/as que les convencen de que tomen esa decisión para escapar de lo que ellos entienden como una disciplina insoportable que no deben asumir ni respetar. Por ello, algunas desapariciones son abandonos de hogares que vienen propiciados por malos consejos que, al final, llevan a las familias a pasar por un sufrimiento imposible de calificar por la lógica preocupación de sus padres.

En otras ocasiones, las desapariciones sí que han sido involuntarias debido a secuestros o ataques a la libertad sexual de las víctimas que deberían tener una contundente respuesta del sistema como lo es la de prisión permanente para quien acabe con la vida de un menor, aunque, incluso, debería extenderse a quien acabe con la vida de otra persona, asesinándola, con independencia de su edad.

Pero, como decíamos, cuando estas desapariciones son voluntarias pueden influir terceras personas que podrían estar induciendo a los menores a abandonar su hogar bajo esperanzas irrealizables y promesas falsas de encontrar un mundo mejor fuera del hogar. Porque en situaciones problemáticas de identidad personal por las que pueda estar pasando un menor, esta especial vulnerabilidad puede ser aprovechada por desaprensivos para convencerles que abandonen sus hogares para integrarse en colectivos con no se sabe qué fines, ante lo que el sistema debe reaccionar por atentar contra la voluntad de menores de edad y en el aprovechamiento de sus problemas, y esa especial vulnerabilidad que tienen los menores. Porque los menores a veces los magnifican en el entorno de sus amigos para encontrar en la fuga una solución a lo que ellos consideran vivir en un búnker en su hogar.

Además de estas influencias ajenas los especialistas hablan de tres tipos de causas que pueden propiciar esos abandonos, y que van desde una situación de maltrato intrafamiliar, bien por sus progenitores o por algún hermano, conflictos constantes con los padres o una situación sentimental que es la que le convence de que se vaya con su pareja, aunque se trate de edades muy jóvenes. Otros expertos señalan que algunos menores abandonan su casa en señal de protesta por existir un excesivo control por parte de sus padres y, por ello, optan por desaparecer de su casa por unos días como rechazo a ese control. En otros supuestos, algunos menores consideran que sus padres no les escuchan, ni aceptan sus opiniones y guiados por erróneos consejos optan por coger sus cosas personales, rompen la hucha y se van de casa sin saber a dónde, porque, no nos engañemos, esas escapatorias del hogar tienen un tiempo límite hasta que se les acabe el poco dinero que se han llevado, o cesen las ayudas externas, porque es de imaginar que otros padres no van a aceptar en sus hogares a otros menores que han escapado de sus casas. Puede que sus hijos les digan que les han invitado unos días para estudiar unos exámenes o excusas semejantes, pero esto tiene un fin y resultará obvio que en unos días los padres receptores considerarán que hay algo extraño y harán preguntas que solo tienen una respuesta, con lo que al final el regreso al hogar es la única opción, lo que también obligará luego a sentarse a hablar los padres con estos menores para analizar por qué se llegó a esa situación. Ahora bien, dejándose ayudar por expertos mediadores en conflictos familiares que ayudarán a desatascar este problema. También hay que vigilar una posible causa en el hecho de que el menor quiera ocultar algún problema a sus padres, o para escapar del abuso infantil, la muerte de alguien cercano, un problema familiar de abuso de drogas o de alcohol. Pero, en definitiva, una vez resuelto el problema con la intervención de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, y si no ha existido la comisión de un delito por tercero, lo importante es recurrir a mediadores profesionales en temas familiares, sentarse y hablar para afrontar el problema de cara y que se convenzan de que sus padres quieren lo mejor para ellos.