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La metáfora ferroviaria

Lunes

la mugre

Los delitos de opinión son terreno cenagoso. En algunos países se castiga la negación del Holocausto mientras que en otros abunda la bibliografía al respecto. En España, el Código Penal tipifica la humillación a las víctimas de terrorismo y esto genera de cuando en cuando cierta bruma judicial ante las dificultades para objetivar una humillación. Ayer se cumplieron veinte años de la liberación de Ortega Lara, un funcionario de prisiones secuestrado por ETA durante 532 días, y un rapero con cierto prestigio séptico comentó así el aniversario: «Muchos temporeros durmiendo al raso están en peores condiciones que Ortega Lara y sin haber sido carceleros torturadores». Aunque el lugar apropiado para esta noticia sea el suplemento de salud del periódico, cabe completar el diagnóstico. Prescindiendo de que ni el más depauperado de los temporeros cambiaría dormir al raso por el diminuto zulo de Ortega Lara, la humillación reside en llamar «carcelero torturador» a quien evidentemente fue torturado por unos carceleros. Pero no tengo claro si el rapero psicópata merece una sala acolchada en el frenopático, un zulo vip en Alcalá-Meco o unas peonadas forzosas en la vendimia.

martes

IN CRESCENDO

Hoy ha sido presentado el proyecto de ley del referéndum catalán en un ambiente wagneriano y dejo a criterio de los melómanos si Puigdemont y Junqueras han interpretado el coro de «La Valquiria» o el dúo de «Tristán e Isolda». Ha introducido el acto Lluis Llach con la referencia casi mística a que otro cuatro de julio fue proclamada la independencia de Estados Unidos, una coincidencia entrañable que sin duda habrá emocionado a los historiadores: Estados Unidos libró una guerra civil para evitar la secesión de trece estados y su Tribunal Supremo considera sostenidamente desde 1.869 que la Unión es indisoluble y que cualquier declaración unilateral de independencia es radicalmente nula. Pero todo esto supone blanquear un disparate que entre otras bromas implica celebrar un referéndum sin censo de votantes, ni índice mínimo de participación, ni exigencia de una mayoría cualificada, ni mejor soporte legal que una resolución de la ONU sobre la descolonización en África y Asia. Puigdemont rubrica con un do de pecho: «El 1-O no habrá choque de trenes: uno quedará en vía muerta». Y el otro parece el último tren a Katanga, que descarriló tras algunas desagradables escenas de canibalismo.

miércoles

los ancianos de la tribu

La metáfora ferroviaria de Puigdemont presume que Rajoy prolongará su estatuario hasta que el infierno se congele y es verdad que el repertorio de «mannequin challenge» del presidente lo aleja de la ominosa advertencia de Asquith a los escaños de la oposición: «Esperen y vean». Esta mañana han coincidido los tres expresidentes del Gobierno en una tertulia. González y Aznar se han explayado como los símbolos (o reliquias) incontestables del bipartidismo que son, dos criaturas que se detestan sin rencor aunque esencialmente piensan lo mismo sobre política ferroviaria. Varias obviedades: ocurra lo que ocurra, ganará la CUP ya que es la única que sabe lo que quiere (González); cuando alguien da una patada a la mesa, es inútil ignorar que alguien ha dado una patada en la mesa (Aznar); y una tercera al alimón pero no pronunciada expresamente: lo que aterroriza al mariachi de Puigdemont no es la amenaza de cárcel (no habrá un Mandela con barretina), sino la inhabilitación acompañada de responsabilidades civiles. Un político inhabilitado y embargado es la estrofa del maestro Sabina: perdido como un torero al otro lado del Telón de Acero.

jueves

TIFÓN CARIBEÑO

Rodríguez Zapatero abandonó ayer prematuramente el coloquio con González y Aznar debido a «compromisos internacionales». Todo el mundo entendió que se trataba de Venezuela, donde en aquellos momentos una turba estaba asaltando la Asamblea Nacional, aunque resultaba tentador bromear acerca de cuál de los dos acontecimientos era consecuencia del otro a la vista el ambiguo papel que está desempeñando Zapatero y su célebre mal fario en política exterior. Fuera chanzas, existe una tradición universal de allanar sedes parlamentarias que es indiferente a la distinción entre derecha e izquierda, aunque sí se

cataloguen por separado: «revolución» si los asaltantes son izquierdistas y «golpe de Estado» si son

derechistas. El caso de Venezuela enturbia este axioma tranquilizador para el progresismo europeo ya que las urnas han parido a un camarada brutalmente campechano y a un legislativo de reaccionarios acogotados y sanguinolentos, con el aderezo corrosivo de la penuria económica. Queda descontado que ninguna comunidad resiste esta agonía sin un epitafio con vencedores y vencidos. La despedida de Aznar a Zapatero es comprensible: «Ten cuidado».

viernes

dos hombres y un DESATINO

El único resultado esperanzador del encuentro entre Rajoy y Sánchez fue que ambos salieron ilesos. En cuanto a Cataluña, un problema infinitamente más grave que el gasto público o la reforma laboral diga lo que diga Rajoy, ambos acordaron que el Gobierno no haría nada y, si lo hiciere, que el PSOE lo impediría con «iniciativas legislativas». Es admirable que la responsabilidad de lidiar este zafarrancho haya recaído en un Gobierno autista y una oposición que se encomienda al paquidermo del trámite legislativo a tres meses del referéndum. Son dos formas distintas de confiar la solución del problema a la fuerza de la gravedad y, accesoriamente, de seguir haciendo política minúscula. Tampoco es despreciable la circunstancia de que hayan coincidido dos personajes metafísicamente incompatibles en un momento que exige coordinación según los estrategas, generosidad según los filósofos y cumplimiento del deber según el resto de la humanidad. Verbigracia, ¿qué va a hacer el Gobierno cuando la Generalitat ordene a los «mossos d¨esquadra» que custodien unos colegios electorales

ilegales?

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