Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La teoría del embudo y la crisis del periodismo

El término "sociedad de la información" es tan antiguo como las carreras policiales del Mayo de 1968. Suena a muy nuevo, pero ya se sabe que la Historia de la Humanidad tiene querencia cíclica, en los errores y en los aciertos; todo se renueva y reaparece aunque con otros ropajes. Quiero decir que en una de estas nacerá otro Hitler u otro Fleming, un nuevo Stalin y otra Teresa de Calcuta.

Va de nombres. Yoneji Masuda fue un sociólogo japonés que acuñó el término en ese año liberador del 68, frontera de la modernidad. La "sociedad de la información" que él imaginaba era la de los IBM grandes como una habitación y menos potentes que un teléfono móvil actual. Masuda falleció en 1995, a tiempo de asistir al nacimiento de Internet. Pensaba que un buen día el mundo estaría interconectado; grandes y pequeños, blancos y negros y pobres y ricos. Un iluso.

Ocho de cada diez habitantes de los países desarrollados están hoy enchufados a la red de redes, pero no llegan a cuatro en las zonas del planeta en desarrollo, ese eufemismo para explicar el mundo que navega en términos de pura supervivencia.

El juguete se nos está yendo de las manos. Los flujos de información han roto diques pero ese maridaje clásico entre información y conocimiento hace aguas. Ya no son necesariamente términos complementarios y sinérgicos. Lo explican bien los físicos: las dos maneras de dejar inoperativo un embudo son abortar el aporte de líquido o introducir demasiado. La válvula de una olla express da vueltas mientras sea capaz de asumir la salida de vapor. A más vapor, válvula parada.

La información como caballo desbocado, paradigma del exceso sin control. La pretendida crisis del periodismo -nadie la niega- tiene que ver, entre otras cosas, con la imposibilidad de gestionar el alud de datos. Por más que nos apuremos ese flujo siempre irá más rápido. Los pesimistas dan por perdida la batalla, pero en realidad no hay tal batalla. Uno no se pelea contra un millón de datos, salvo que sea un imbécil.

Hoy sabemos que la "sociedad de la información" es el escenario, pero ha dejado de ser un fin en sí misma. Vivimos una sociedad cambiante, inestable y líquida, que decía el viejo sociólogo Bauman. Tan líquida que va camino de lo gaseoso. El gas puede matar pero no lo vemos, de la misma forma que hemos asumido los torrentes de información con la mueca de lo inevitable. Mega información narcotizante, como el gas. Datos como dardos, la mayoría lanzados por francotiradores. A cubierto todos, que esto -por si alguien no se ha enterado- no es periodismo.

Apostaba días atrás el sociólogo José Antonio Marina por "el periodismo de la comprensión". En la frase se encierra la esencia misma del gran objetivo frente al ruido. Periodismo e información se vuelven paradójicamente mundos paralelos, aunque no contrapuestos. La autovía comunicativa se ha convertido en una maraña de carreteras secundarias, caminos y sendas de paso, vías que no llegan a sitio alguno, calzadas con señales contradictorias y baches como agujeros negros.

Por ahí transitamos. El GPS para salir del lío tiene que ver con los filtros, y con la educación desde la Primaria y con la potenciación del espíritu crítico. El periodismo de la comprensión no tendrá sentido sin una sociedad con capacidad para comprender. Por el contrario, el gran reto de los trileros de la comunicación es embarrar el mensaje y esperar que cerremos los ojos y taponemos oídos. En eso están. En eso estamos.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats