¿Se acuerdan de cuando Zapatero en el 2008 se empeñó -y logró- que España asistiera, sin tener derecho, a la primera reunión del remodelado G-20 que debía coordinar la reacción de los grandes países a la peor crisis desde el año 1929?

Desde entonces el G-20 se reúne cada año para hacer frente a un mundo convulso. Este año se celebra el fin de semana en Hamburgo, que acaba de abrir el edificio de su nueva y espectacular ópera, y la anfitriona es la canciller alemana. Merkel, que en septiembre tiene elecciones, quiere que la reunión sea un éxito, pero no será fácil.

En el 2008 no había duda de que el líder mundial -pese a Irak y la crisis bancaria- era el presidente Bush. Ahora, el más poderoso sigue siendo el presidente americano pero está menos claro si Trump es el líder del mundo. Su «America First» le ha llevado ya a retirarse del relevante tratado contra el cambio climático y su tentación aislacionista genera inquietud en muchas capitales. Merkel se perfila como la líder de Europa y, apoyada por Macron, la gran defensora de la cooperación internacional frente al proteccionismo de Trump. Y el presidente chino, Xi Jinping, ya se erigió en Davos, en enero, en el gran defensor del libre comercio.

Estamos pues ante una triangulación que puede aparejar inestabilidad. Trump ha empezado visitando a la euroescéptica Polonia, pareciendo reincidir así en su inicial animosidad contra la Unión Europea. Pero en Varsovia ha dicho lo que no quiso decir en la reunión del G-7 de Sicilia en mayo: que Estados Unidos garantiza la defensa de Europa, aunque insistió en que los países europeos debían gastar más en Defensa, un 2% del PIB, que pocos países cumplen.

Merkel (y Macron) no quieren una crisis con el imprevisible Trump pero se resisten al proteccionismo americano. En este sentido es tan sintomático que Trump haya ido a Varsovia como que el G-20 haya estado precedido de una visita de Xi Jinping a Berlín. Y que la UE se haya apresurado a cerrar con Japón un importante tratado comercial para contrarrestar la política comercial americana.

Veremos si el G-20 no sólo evita una mayor tensión entre Estados Unidos y Europa, o entre Estados Unidos y China, sino si sirve también para poner algo de estabilidad en un mundo que, como dijo Merkel a Xi Ping, tiene muchas incertidumbres.

Europa, tras la victoria de Macron en Francia y una menor incidencia de los populismos, afronta la cita en mejor posición que hace un año. Trump insiste en sus tesis reticentes al orden liberal, pero se enfrenta a serios problemas internos. Y el primer encuentro Trump- Putin es otro de los centros de interés de esta relevante cumbre.

¿Parecerá el mundo algo más ordenado cuando los líderes mundiales hayan partido de Hamburgo a primera hora del domingo?