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Joaquín Rábago

Tiburones

"Y el tiburón tiene dientes/y a la cara los enseña". Bertolt Brecht

Los llaman "tiburones" y actúan como ellos: se lanzan sobre la pieza, le dan unas dentelladas bien dadas y, una vez conseguido lo que quieren, van derechos a por la siguiente.

No siempre el capitalismo fue así: hubo una época en la que el capitalista era un señor que podía conocer personalmente a sus trabajadores e incluso mandaba construir casas donde alojarlos decentemente: así se creó, por ejemplo, la colonia Güell en Barcelona.

Hubo una época en la que se hablaba, por ejemplo, de capitanes de industria: individuos que no se contentaban con amasar una fortuna sino que solían desarrollar un papel social junto al empresarial y económico, que, además de crear riqueza con el esfuerzo propio y ajeno, hacían algo para la colectividad.

Pero poco o nada tienen que ver con aquellos hombres gentes como Carl Icahn, Nelson Peltz, Paul Singer, Daniel Loeb y demás reyes de los fondos de inversión o los que llaman "de alto riesgo".

Cuando éstos fijan la mirada en una empresa, del sector que sea porque en fondo les da lo mismo, sus directivos se echan a temblar porque son con frecuencia la pieza a abatir.

Instalan entonces en su lugar a otros de su confianza y tratan de cambiar toda la cultura de la empresa, lo que hace que suba inmediatamente su cotización bursátil.

Acto seguido, venden con enorme beneficio las acciones adquiridas con los millones que manejan y, una vez hecho el negocio, se dirigen a la próxima presa.

Uno de esos capitalistas de nuevo cuño, uno de los más osados es el estadounidense Daniel Loeb, fundador y cabeza del fondo de inversiones Third Point, nombre que, como sabrán los surufistas, es el del punto exterior de las olas de la famosa playa de Malibú, en California.

Loeb es lo que en la jerga empresarial se conoce como un "inversor activista", alguien que no se contenta con comprar un paquete de acciones de una empresa para adoptar luego en ella un papel pasivo, sino que exige ocupar un puesto en la junta de dirección para impulsar los cambios que considera convenientes.

Loeb anunció hace unos días que su fondo de inversiones había adquirido un 1,3 por ciento de la multinacional suiza Nestlé por un total de 3.500 millones de dólares.

Poco después de convertirse así en su octavo mayor accionista, Loeb exigió en carta abierta, como es su costumbre, una serie de cambios estratégicos, entre ellos que recomprara sus propias acciones, se desprendiera de su participación en L´Oréal y aumentara los dividendos a sus accionistas.

Porque una empresa se debe a sus accionistas, tal es la filosofía del hombre que revolucionó ya antes el portal de internet Yahoo y emprendió una guerra sin cuartel contra la anterior dirección de la casa de subastas Sotheby´s.

Loeb es uno de los rostros más visibles del nuevo capitalismo financiero.

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