El tiempo es uno de esos conceptos que pueden sumergirnos en reflexiones enrevesadas de las que tienen difícil salida. La momentaneidad es algo que carece de pasado y futuro porque representa el presente puro. Por ello, desde un punto de vista aristotélico carecería de contenido temporal, dado que representaría un punto sin extensiones, ni hacia atrás, ni hacia adelante. El pensamiento abstracto nos permite ver la realidad desde diferentes prismas, por ello somos capaces de entender el presente puro, aunque al hacerlo sepamos que ha desaparecido.

Es una realidad incontestable, que vivimos continuamente en la atemporalidad. Somos conscientes de que todo lo que pasa desde un momento dado a otro es una secuencia temporal, pero también nos percatamos de que esa secuencia se diluye desde el mismo instante que la hacemos consciente. Gran parte de nuestros comportamientos se hacen atemporales y consiguen aumentar así su fuerza. De hecho en el proceso de desarrollo humano los valores y las actitudes que se van formando a lo largo del tiempo se difuminan en la intemporalidad, pero permanecen activas durante toda la vida. Están como adormecidas y se ponen en marcha únicamente cuando se hacen necesarias.

Si lo pensamos despacio, desde un punto de vista racional, las cosas más atractivas suelen coincidir con lo atemporal, porque pierden el contexto en el que se circunscriben y gana encanto. Una buena música puede hacerse excelente cuando se desvincula del momento de su creación, al igual que muchas obras de arte o incluso los sentimientos y vivencias personales.

Las emociones humanas cobran mayor viveza fuera del tiempo en que se generan y, sobre todo, cambian de sentido, dado que son analizadas desde una perspectiva diferente a cuando se generaron. Todos podemos recordar los sentimientos de amor hacia la madre o hacia un ser querido retrospectivamente y su configuración evoluciona con la atemporalidad.

En la actualidad los jóvenes en general dan mucha importancia a eso que se denomina «presentismo», vivir el momento intensamente como si fuera lo último que se podrá disfrutar. Los instantes de vida secuenciados dan sentido a un estilo de vida nuevo, sin esperar a madurar, sin esperar a un futuro cercano o lejano que podría ser mejor o no. El carpe diem se hace un hueco en todos aquellos que no esperan para vivir, simplemente viven despreocupándose del porvenir. Eso es pura atemporalidad, ya que ni lo pasado, ni lo futuro tienen ningún tipo de carga positiva ni negativa, simplemente forman parte del continuo del ser humano.