Existe en Alicante una real polémica sobre el patrimonio construido y el paisaje que debe ser conservado y mantenido, en base a una serie de valores, aquí cada cual pone los que considera oportuno poner, teóricamente pensando en un beneficio para los ciudadanos porque forma parte de su historia y el territorio donde habitan.

El problema surge siempre en la definición y catalogación objetiva (que no subjetiva) de esos valores que tiene que tener aquello que se desea proteger y conservar, en los que resulta sumamente complicado ponerse de acuerdo porque se manejan parámetros difícilmente cuantificables, y porque el asunto tiene unas connotaciones económicas considerables que alguien tiene que pagar y, ¡oh!, casualidad, nunca lo paga aquel que establece lo que debe ser conservado. Y el problema se complica y resulta todavía mucho más difícil de catalogar, a medida de que el objeto que se pretende conservar se encuentra en un territorio esotérico, fuera de lo que objetivamente resulta evidente que hay que conservar y proteger sí o sí. Y para hacer la cosa más difícil y compleja, resulta obligado elegir qué sistema de las múltiples formas de conservación que existen tenemos que aplicar al hacerlo, incluida la clonación, injustamente tratada por los sanedrines del conservacionismo cuando tan buenos resultados ha dado (Campanile de San Marcos, el Pabellón de Mies Van de Rohe en Barcelona, etcétera).

Pongamos un ejemplo para aclararnos y que lo entendamos todos.

Resulta evidente que la catedral de Burgos es un bien patrimonial que debe ser preservado, cueste lo que cueste, nadie con sentido común lo pondría en tela de juicio. Pero, y el viejo hotel Palas, convertido en sede de la Cámara de Comercio alicantina, donde la conservación de unos muros de mampuestos mal construidos costó la torta de un pan sin necesidad alguna, porque pudieron ser clonados con un mejor resultado constructivo, ¿volveríamos a hacer lo que se hizo, cuando la Cámara se dejó los pelos en la gatera al hacerlo, por no decir sus dineros? ¿Volveríamos a hacer lo que se hizo y cómo se hizo, si el resultado visual fuera el mismo, con mejores materiales y encima mucho más barato? (En estos momentos existe ya un Plan de Actuación para reparar sus problemáticas cornisas y fachadas y la obra es reciente).

En Alicante se han hecho muchos disparates en la conservación del escaso Patrimonio Histórico y Monumental, que por sus especiales circunstancias la ciudad tenía, pero ya resulta imposible volver atrás y ello no puede ser excusa para que ahora los conservacionistas tardíos pretendan proteger construcciones de escaso o nulo valor intrínseco, porque ofrecen una imagen arquitectónica que puede ser reproducida como queramos de mil formas distintas y a un coste infinitamente más bajo que como se establece en el Catálogo Protector elaborado. Bastaría decir a los arquitectos que comenzaran a proyectar fachadas del siglo pasado y el tema estaría resuelto. El único valor de una gran mayoría de los edificios que se pretenden conservar, exclusivamente en apariencia como se hizo con el hotel Palas, tiene que ver con la nostalgia de imágenes y formas del pasado reciente, y eso hacerlo como se pretende, ni es razonable ni aporta absolutamente nada significativo a la ciudad.

Y en cuanto al territorio, alguien tendría que explicarme con claridad y datos objetivos los valores intrínsecos que justifican ciertas protecciones. A título meramente ejemplar, he recorrido a pie todo el terreno de las charcas artificiales de Rabasa (no las hizo la sacrosanta naturaleza), pomposamente llamadas lagunas, de las que podrían hacerse todas las que se quisieran hacer (ya hemos hecho otra francamente bonita en la Playa de San Juan frente a las riadas), tal y como se hicieron las mismas en los años 60-70 fabricando ladrillos; y también he recorrido los espacios entre las vías del tren y la carretera del aeropuerto, y todavía me pregunto seriamente qué ven los proteccionistas en esos terrenos, que por mucho que me esfuerzo no consigo ver más que un secarral inútil, improductivo y feo, que sabiamente explotado bajo un punto de vista urbanístico ofrece unas posibilidades impresionantes para el desarrollo en conjunto de Elche con Alicante.

Y no puedo por menos que llamar la atención a los alicantinos, para que visiten el metro cúbico del hipotético relleno de mampuestos de piedra de la muralla, conservado en el nuevo parking construido en la ladera del Castillo, porque tiene un valor incalculable. Ha costado el equivalente al precio de seis plazas de garaje el sobrecoste constructivo de aislarlo, el alterar el funcionamiento del parking, el coste de la jaula que lo encierra, y el plástico negro que lo tapa. Semejante patrimonio debería ser puesto en valor e inaugurarse acorde con su inmenso valor patrimonial, lamentando que esté rodeado de coches, encerrado en unos muros de hormigón en su parte baja y en una jaula metálica como un canario en su parte alta y que la inmensa mayoría de los alicantino, por no decir la totalidad, no sepan de lo que hablo ¡y maldito lo que les importa el no saberlo!