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Victimismo sobre el tapete

El éxito político del victimismo estriba en el ancho espectro de ese sentimiento. Suele haber siempre una base real de agravios, pero, una vez que la masa empieza a hinchar, respira su propio aire, y la base en cuestión apenas hace falta. El victimismo se alimenta de todo lo que hemos querido ser y no somos.

Si se trata de un pueblo, el victimismo expresará las frustraciones de su historia, a la que afluye la personal de sus individuos. Da igual que esa historia haya sido pujante y razonablemente feliz, porque siempre será mucho más lo que ese pueblo ha querido ser, y a lo que cree tener derecho. Puesto que en el fondo del fondo se nutre de sueños de grandeza y ansias de redención, el diálogo con el victimismo nunca será fácil. Se arriesga uno a ponerse a hablar de competencias y financiación y que le echen sobre la mesa un comodín del paraíso perdido. Pero habrá que intentarlo.

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