El 28 de junio se celebró el Día Internacional del Orgullo LGBT, lesbianas, gays, bisexuales, transexuales. La visualización mundial de esta jornada ha tenido lugar en Madrid y a nadie le ha pasado desapercibido. Partidarios y detractores han intercambiando más que opiniones veredictos, y los whatsapps, o «guasas», han sido un hervidero de chistes ad hoc.

Esta fecha conmemora los disturbios de Stonewall producidos en el Greenwich Village neoyorquino en protesta por el constante acoso policial que tuvo el 28 de junio de 1969 su punto trascendental. Entonces era ilegal llevar más de dos prendas del sexo opuesto y la policía acostumbraba a revisar a los travestis en el baño para comprobar su sexo, siendo directamente detenidos. Durante las décadas de 1950 y 1960, salvo bares, eran pocos los establecimientos que acogían a personas abiertamente homosexuales y el Stonewall Inn, propiedad de la mafia en ese momento, era un referente entre la comunidad gay. En la madrugada de ese día hubo una redada en el local, pero los agentes de policía perdieron el control de la situación, dando lugar a una serie de manifestaciones y violentas protestas que se sucedieron varios días. Dos semanas mas tarde de esta revuelta, se fundó en Nueva York el frente de liberación gay GLF (Gay Liberation Front), naciendo las primeras siglas.

El 28 de junio de 1970 tuvieron lugar las primeras marchas de orgullo gay en las ciudades de Nueva York y Los Ángeles conmemorando el aniversario de los disturbios.

En los noventa se popularizan las siglas LGBT, y el 1 de junio de 2009 el presidente Barack Obama declaró junio como el mes del Orgullo Gay, Lésbico, Bisexual y Transgénero, citando los disturbios como razón para «comprometerse por la igualdad ante la ley para los estadounidenses LGBT».

Se ha continuado extendiéndose el término, al que le han ido agregando letras en su evolución, LGBTQ, LGBTI, entre otras, a fin de incluir diversas comunidades discriminadas por su sexualidad.

El articulo 510 del Código Penal castiga, con pena de prisión de uno a cuatro años y multa de seis a doce meses, a quien fomenta, promueve, o incita directa o indirectamente al odio, hostilidad, discriminación o violencia contra un grupo, parte del mismo, o persona determinada por razón de su pertenencia a aquél, por motivos racistas, u otros referentes a la ideología, religión o creencias, situación familiar, pertenencia a una etnia, raza o nación, su sexo, orientación o identidad sexual, por razones de género, enfermedad o discapacidad.

Pretende salvaguardar el respeto al «diferente», subordinando las libertades de expresión e intelectuales, a un principio superior, «la igualdad y dignidad de todos los ciudadanos».

No me gustan las etiquetas y por tanto ni las siglas ni el término «diferente». Las siglas porque con frecuencia engloban realidades y sensibilidades distintas, que, por interés de otro tipo, se usan como estandarte disímil, no de inserción. De hecho, no todos los individuos de los grupos literalmente englobados en las siglas citadas están conformes, porque sienten que no tienen ninguna relación con los otros colectivos comprendidos y encuentran ofensivas que se puedan agrupar bajo una misma denominación.

Y el término «diferente», porque conlleva el matiz de distinto a lo que se considera «normal» por no mostrar las características que le deberían ser propias, frente a «los normales» que representan lo que es habitual, que resultan lógicos y comprensibles, que no muestran alteraciones que puedan ser perjudiciales ajustándose a las normas fijadas de antemano.

Hubo un tiempo en que se clasificó la homosexualidad como enfermedad mental, hasta que investigaciones empíricas extensas demostraron que era falso y en 1973 la Asociación Americana de Psiquiatría desclasificó la homosexualidad como enfermedad.

Los no heterosexuales representan entre el 5% y el 10 % de la población y, permítanme la obviedad, siempre los ha habido.

Si tienen curiosidad naveguen por Google y encontraran varias listas de los homosexuales más influyentes de la historia, de la década, del año, en política, en la empresa o por países y es que no nacemos, estudiamos o trabajamos para ser heterosexual o gay .

No podemos quedarnos con la parafernalia de carrozas, plumas y banderas, porque es lo anecdótico, ni sentirnos provocados o amenazados por ello. Se trata de respeto, tolerancia, inclusión e igualdad. El orgullo no está en la condición sexual, sino en ser persona.

Los dos grandes asientos de la comunidad social, la Iglesia y el Estado, están respondiendo a esta necesidad de normalización y un camino para ello es la visualización.

En nuestro país todos los partidos políticos cuentan con algún militante con proyección, que se ha declarado abiertamente homosexual, al igual ocurre en otros campos como en la magistratura, donde Fernando Grande-Marlaska, presidente de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, ha escrito un libro contando su experiencia por su condición gay y este año nuestro guapo oficial, Mister España, hizo pública su orientación sexual, siguiendo los pasos de Patricia Yurena, Miss España y finalista de Miss Universo. Para muestra basta un botón dado lo evidente.

El Papa Francisco el 8 de abril de 2016 hizo pública la exhortación apostólica postsinodal «Amoris laetitia», dando otro paso hacia el aperturismo de la Iglesia, llevando a cabo una llamada a los sacerdotes de todo el mundo para que acepten y reciban a divorciados, familias monoparentales, homosexuales y parejas heterosexuales que no estén casadas.

El pasado 10 de junio la Iglesia Episcopal escocesa, rama de la comunión anglicana, se ha convertido en la primera Iglesia cristiana en Reino Unido en celebrar los matrimonios homosexuales en su interior. Reproduzco lo que manifestó el reverendo David Chillingworth, primado de la Iglesia, mostrándose a favor porque « Jesús no llamó a la iglesia a ser una ciudadela de ortodoxia. Él fue constantemente criticado por pasar su tiempo con personas que no se ajustaban a los patrones convencionales y que eran consideradas inaceptables por los demás».

El matrimonio homosexual es legal en 23 países, a los que próximamente se sumará Taiwán, que será el primer territorio asiático en permitir estas uniones.

Holanda, en 2000, fue el primer país en dar luz verde al matrimonio homosexual, seguido de Bélgica, Canadá y España, en 2005.

Doce países de la UE tienen reconocido ese derecho, Alemania ha sido el último en incorporarse el 30 de junio pasado.

No obstante, ser homosexual sigue siendo delito en 72 países y en 13 de ellos la condena no es otra que la muerte.

La cumbre de la OTAN se ha celebrado este año en Bruselas el 26 de mayo. De especial de interés para la prensa rosa era el encuentro entre las dos primeras damas debutantes, Brigitte Macron y Melania Trump, pero, llegado el momento de la foto, el primer caballero de Luxemburgo, Gauthier Destenay, marido del jefe de Estado de ese país, fue quien acaparó todo el interés posando con el resto de primeras damas y con Matilde de Bélgica.

Realizó, junto con el resto de acompañantes el «Programme of the spouses» (en inglés, «spouses» es un término aplicable tanto al género masculino como al femenino), de entretenimiento y que incluye visitas culturales y paseos de compras.

Theresa May y Angela Merkel estuvieron en la cumbre de la OTAN y me hubiera gustado que también hubieran asistido los maridos de estas, pero decidieron no hacerlo. ¿Estaban más ocupados, no les complacía el programa, o se valoran en demasía como para ser acompañantes?

El hecho de que la presencia de un «primer caballero» sea tan insólita y que la ausencia de «los otros» sea lo acostumbrado evidencia el largo camino que aún queda por recorrer.