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Ingenieras

El desafío de acabar con los estereotipos que frenan a las mujeres para estudiar ciertas carreras

Yo soy ingeniera por casualidad. No puedo presumir de una vocación temprana, sino que elegí estos estudios porque me gustaban las matemáticas y la física y no existían esas carreras en mi comunidad. Mi elección estuvo condicionada por los estudios en sí mismos, no por la profesión ni por una planificación de mi carrera posterior. Supongo que este es el caso de muchos de los estudiantes universitarios, que han de elegir qué estudiar sin una vocación clara.

Cuando comencé a estudiar, éramos muy pocas mujeres. No sé cuál era la proporción exacta de mujeres en ingeniería, pero en cualquier caso era aún menor que la actual. Esto no me condicionó y no lo tomé como un impedimento, ni como un reto. Era, sencillamente, un hecho. Los estudios fueron exigentes y me supusieron un gran esfuerzo, pero no mayor que a mis compañeros. Al ir avanzando en los cursos, cada vez quedábamos menos mujeres, pero también quedaban cada vez menos hombres. Durante ese tiempo no fui consciente de un trato diferente por ser mujer, o al menos no en mayor medida que en cualquier otra faceta de mi vida.

Cuando terminé la carrera, me decidí por la vida académica y me especialicé en mecánica de sólidos. Fui progresando poco a poco, pero no más lentamente que mis compañeras en otras disciplinas científicas, ni más lentamente que mis compañeros hombres, al menos que los tenían el mismo grado de implicación familiar. En cuanto a aquellas de mis compañeras que se decidieron por trabajar en la industria, o por montar una empresa, algunas encontraron más dificultades que yo, pero excepto en casos muy contados, su progreso se produjo en proporción a su capacidad y determinación.

En principio, podría decirse que esta historia no tiene nada de extraordinario. Sin embargo, todavía soy una entre pocas. Lo preocupante es que más de 30 años después, el número de mujeres que se deciden a estudiar ingeniería sigue siendo muy inferior al de hombres. No sé cuáles son las razones: no creo en condicionantes genéticos, pero sí considero que ciertas cualidades de las tradicionalmente denominadas femeninas, como el sentido común o la capacidad de organización, hacen de la ingeniería una profesión especialmente adecuada para nosotras. En cualquier caso las razones subyacentes han de ser de tipo social. Y el acabar con ciertos estereotipos sí que es un desafío y un reto. ¿Es difícil desarrollar tu carrera como ingeniera siendo mujer? Sí, pero como en otras carreras. ¿Existe el famoso techo de cristal? Por supuesto, pero no creo que en mayor medida que en otras profesiones. ¿Hay pocas ingenieras en puestos importantes? Sí, pero también las hay en los poco importantes?

Lo que tendrían que preguntarse las mujeres es por qué no estudiar ingeniería. Como profesora, creo que los estudios no sólo aportan conocimientos, sino que la disciplina elegida condiciona tu forma de pensar. Yo llegué a la ingeniería por casualidad, pero con la perspectiva de los años de profesión pienso en mí misma como en una ingeniera. Las ingenieras sabemos que (casi) todo problema tiene solución, sólo hay que sentarse a analizarlo, desmenuzarlo hasta comprenderlo y volver a juntar las piezas. Para eso nos forman. Y esa formación es desde luego un buen bagaje para el desarrollo de tu carrera profesional, te lleve ésta por donde te lleve, pero también para afrontar la vida y los retos que plantea.

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