Soy una miedica. Lo reconozco. Veo una araña y grito; veo una cucaracha y me subo a una silla histérica como si hubiera visto un búfalo. La vida está llena de valientes y cobardes, de héroes y villanos, de nobles y malvados. Yo no creo ser del primer grupo, pero de lo que estoy segura es de que no pertenezco al segundo. Ignacio Echeverría, la víctima española en el último atentado yihadista en Londres, sí que es un héroe; a lo mejor le asustaban las cucarachas, pero no dudó en lanzarse contra unos terroristas armados con cuchillos para intentar salvar la vida de inocentes. Daniel Simón, en cambio, ese concejal de Cultura de Guanyar que tenemos en el Ayuntamiento de Alicante, para mí está claro en qué grupo está, como ha demostrado en su última gran actuación en el pleno celebrado hace cuatro días. Sencillamente, abstenerse de poner el nombre de Echeverría a un parque de «skate» en la playa de San Juan porque sostiene que «hay que aclarar los hechos contradictorios», me resulta indignante. ¿Cómo se puede poner en cuestión que ese joven, que iba tranquilamente por las calles de Londres, salió en defensa de otras personas, ya sea blandiendo un monopatín, una bicicleta o simplemente sus manos? ¿De verdad importa que se desconozca si intentó salvar a una mujer o a un policía? ¿De verdad tenemos que seguir aguantando a políticos de este nivel? Echeverría es el héroe que no quiso ser, un valiente, una persona noble. Simón es todo lo contrario.
