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Joaquín Rábago

El buque del PP hace agua por todas partes

Con la madera de su casco totalmente podrida, con el timón roto, el viejo buque del Gobierno del PP hace agua por todas partes sin que sus tripulantes parezcan querer enterarse.

Sólo la mentira y el autoengaño y unas supuestas buenas cifras macroeconómicas hacen que ese buque, que hace tiempo debería haber terminado en dique seco para su reparación o definitivo desguace, siga flotando.

Mas por mucho que les aplaudan en Berlín y Bruselas por la buena marcha de la economía, habría que preguntarse a quién beneficia ese crecimiento del que tanto se enorgullecen.

Dicen que se recupera otra vez la construcción, la que ha sembrado nuestro litoral de edificios de más que dudosa estética cuando no de feos esqueletos de hormigón por culpa de la crisis.

Esa construcción que tanta corrupción generó y que hizo que tantos jóvenes abandonaran los estudios porque se ganaba más poniendo ladrillos que con una formación profesional o una carrera y que hoy no tienen ni una cosa ni la otra.

Dicen también que este año nos visitan más millones de turistas que nunca: ¿queremos seguir siendo acaso un país de albañiles sobreexplotados y mal pagados camareros o limpiadoras de hotel?

Mientras tanto las estadísticas hablan de un récord de deuda pública, y las arcas de la Seguridad Social están prácticamente vacías porque las cotizaciones sociales no cubren los gastos.

Con empleos cada vez más precarios, con sueldos muchas veces de miseria, ¿cómo va a poder recuperarse la Seguridad Social? Es una pescadilla que se muerde la cola.

Se dice con razón que las inversiones en investigación, en innovación y en desarrollo son la clave para la prosperidad de un país, y, sin embargo, España es el país que más las recortó durante la crisis: casi un 35 por ciento entre 2009 y 2013 mientras Alemania, el país que nos exige austeridad, los aumentaba en un 18 por ciento. ¿Cómo competir así?

Eso por lo que se refiere a la economía porque de la política, mejor no hablar: con el desafío catalán en puertas y dos ministros reprobados por el Parlamento, dos ministros que ocupan carteras claves para el buen funcionamiento de una democracia como son las de Justicia y Hacienda.

El primero, por obstaculizar la acción de la justicia en la persecución de la corrupción y el segundo, por una más que vergonzosa amnistía fiscal finalmente considerada anticonstitucional: ¡a buenas horas, mangas verdes!

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