La política es una ciencia, enseñan; pero en el caso de la política vaticana es también un arte. Y qué arte. Una filigrana de estilete florentino. Francisco ha dicho y repetido que quiere una Iglesia pobre y para los pobres, que continúe lo que inició el Vaticano II, que hable menos de moral sexual y tienda puentes de misericordia. Si cualquier política que pretenda cambios encuentra resistencias, si es en la curia romana y en una institución con dos mil años tan influyente como Roma, necesitará una estrategia jesuítica, y un ejército de jesuitas. Y aun así veremos.

El primer revisor general de las cuentas de la Santa Sede, Libero Milone, 69 años, un cargo instituido por el Papa Francisco en 2014, ha presentado su dimisión. Su nombramiento fue anunciado como un paso más en favor de la transparencia que pretendía instaurar el Papa argentino en el Vaticano pero, apenas dos años después, Milone ha renunciado sin haber podido completar la operación de limpieza que se le había encargado. A Milone le robaron documentos de su ordenador en 2015- por los que fue condenado a prisión el cura español Lucio Vallejo (fue el llamado Vatileaks 2).

La Secretaría de Economía fue creada por el Papa Francisco en febrero con un documento papal bajo el ajustado nombre de Fidelis dispensator et prudens ( Administrador fiel y prudente). El organismo, dirigido por el cardenal australiano George Pell, tiene como objetivo dar credibilidad y transparencia a las cuentas y a las propiedades del Vaticano. Pell deja ahora, temporalmente, los temas de economía para declarar en su país, el mes que viene, por la denuncia que le ha presentado la policía. Ya le acusaron anteriormente de abuso de menores en sus años de cura raso y resultó inocente. El Papa le ha ratificado su confianza. Además de ordenarle dar medio millón de euros para combatir la hambruna en Sudán del Sur, lo que para la liquidez del Vaticano no debe ser poco.

Tanto Milone como el cardenal Bell se habían opuesto a la pretensión del secretario de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA), Mauro Rivella -nombrado antes de la llegada de Francisco- para que las distintas congregaciones suministraran información sobre su actividad financiera a una auditora independiente Price Waterhouse Coopers (PwC). Si no es una «batalla», tiene toda la pinta.

Hay otros frentes. Además de nombrar un «gobierno» de ocho cardenales para reformar la curia desde marzo de 2013, con el de esta semana se han celebrado cuatro consistorios -la reunión de los cardenales de todo el mundo- porque ha nombrado a cinco nuevos. Por cierto, uno, Juan José Omella de Barcelona. En el anterior nombró a 17 cardenales. Los 121 prelados menores de 80 años habrán de elegir al Papa en un futuro. En cuatro años de papado, Francisco ha nombrado a 60 de los que 49 son electores, el 40%. Benedicto XVI nombró a 53 en ocho años y el resto Juan Pablo II. No en vano cambió nada más llegar a los presidentes de las congregaciones para el clero y los obispos, los que proponen los ascensos. Está reduciendo el peso de los europeos, especialmente de los italianos, y en general son perfiles más próximos a sus planteamientos, parece evidente que de esa forma se garantiza que las reformas que ha puesto en marcha no sufran un frenazo.

Los problemas de Francisco no se limitan a las reformas financieras y de gobierno. En el terreno doctrinal y pastoral también hay bastante oposición. La exhortación papal Amoris Laetitia, sobre los divorciados vueltos a casar, al parecer a movilizado a cuatro cardenales que «insisten» en que el Papa los reciba, después de que este dejara sin respuesta una larga carta en la que los cuatro purpurados exponían sus razones y pedían, en tono muy crítico, aclaraciones ante la «confusión creada», según ha publicado La Vanguardia. En el sínodo de los obispos celebrado a finales de 2014 ( Francisco quiere ser Paco, INFORMACIÓN, 30-XI-2014) este tema y el de los homosexuales encontró fuertes resistencias. La presencia de Benedicto XVI, el papa emérito, limita las propuestas de Francisco en materia doctrinal.

«Mirad que yo os mando como ovejas entre lobos: por tanto ser cautos como serpientes e ingenuos como palomas. Pero tened cuidado con la gente, porque os llevarán a los tribunales» (Mt 16-17). El párrafo se lo debe estar releyendo una y otra vez en estos días el Papa Francisco.