Lo del calentamiento global de la tierra y el cambio climático es un hecho que no admite ya casi discusión, aunque algún cazurro ignorante e interesado siga negándolo. Supongo que les han venido a la mente varios especímenes que encajan con mi descripción. Quienes pretenden desentenderse de este problema que nos afecta a todos los seres vivos son precisamente aquellos que hacen negocio contaminando, sin ninguna consideración ni respeto por la tierra ni por las siguientes generaciones. Cada vez las temperaturas son más altas y el verano dura más, lo que a la vuelta de cincuenta años no sabemos qué significará para nuestro país. Ya ven que en muchas zonas de España hemos pasado de casi cuarenta grados a menos de veinte en pocos días. Una locura. Es posible que nos vayamos desertizando y que la humanidad se vea obligada en menos de cien años a emigrar a latitudes septentrionales. Algunos agoreros y pesimistas dicen que se aproxima el apocalipsis. Y, si esto es así, espero no estar invitada a ese evento, francamente.

Cada vez que dan noticias sobre incendios se me encoje el corazón. Pienso en las cosas maravillosas que han desaparecido por causa del fuego, en los que incluso perdieron la vida, como ocurrió en el tremendo incendio de Portugal de hace unos días y en las familias que lloran desoladas porque lo han perdido todo. Pero también me duelen los árboles, los perros, los pájaros, los roedores, las plantas y las flores, hasta los insectos? en definitiva, el ecosistema arruinado y la pérdida en sí de vida que supone que una zona verde quede arrasada.

Acaban de pasarme un vídeo de un bombero más que cabreado, impotente ante un incendio y reclamando más ayuda para la extinción, quejándose de los gobiernos progres que no se ocupan de la prevención de los incendios. Y ¿qué ha habido en el incendio que casi arruina Doñana? Hay quien cree que intereses económicos. Yo no lo sé, sólo les puedo decir, como jurista, que no me gusta en absoluto la redacción del Código Penal respecto de los incendiarios y que me parece más que tibio tanto en las penas como en la falta de contundencia respecto del destino de los terrenos quemados en los incendios.

De otra parte, hay cosas sencillas que tenemos que contemplar todos por el bien común, como que la excursión al monte con el bocata de tortilla, que está muy rico, pero nada de barbacoas, o que no se tiran las colillas sin apagar al suelo. Cosas sencillas, pero que por preservar el futuro de todos hemos de seguir recordando y aplicando.