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Pronunciarse sobre Venezuela

Primero fue, desde dentro, un llamado para detener la violencia en el país. Lo firmaban activistas, sindicalistas, exministros y exdirigentes de la oposición. Después vino el «Llamado internacional urgente a detener la escalada de violencia en Venezuela». Los firmantes eran un grupo más amplio junto a los venezolanos: latinoamericanos, pero también europeos. Estaban de acuerdo en la necesidad que expresaban los anteriores de acabar con el enfrentamiento físico. A principios de junio, otro manifiesto, con base geográfica mucho más amplia, «¡Con la revolución bolivariana por siempre! ¿Quién acusará a los acusadores?», en evidente respuesta a los anteriores, supuestos «acusadores». Junto a ellos, ha habido una notable abundancia de artículos tomando posición en una u otra de las direcciones, con las habituales acusaciones mutuas y los inevitables juicios de intención que más reflejan las intenciones de quien los hace que la de los supuestos objetos de tal juicio.

Confieso mi interés personal por el asunto ya que tengo amigos y conocidos entre los firmantes de estas dos últimas cartas. Pero también interés en la medida en que Venezuela se ha convertido en un caso digno de ser estudiado en las facultades de Ciencias de la Información (al margen de la mala utilización que se hace del asunto en España, muchas veces por pura mala intención y sin excesiva preocupación por conocer los hechos) pero, sobre todo, porque el país se ha convertido en un «paradigma» de rebeldía frente al imperio. De hecho, directa o indirectamente, hay referencias en estos textos a los manejos de la CIA, su organización de golpes de Estado y hasta de invasiones, el interés por el petróleo venezolano por parte del «imperio», los antecedentes chilenos con Allende y muchas cosas más. Pero los diagnósticos no quedan claros para el extranjero que los lee en la distancia física. A mi juicio, hay cosas que faltan. Por partes.

En los viejos tiempos, algo más machistas que los presentes, la cuestión obligada ante un asunto complicado era cherchez la femme, busquen a la mujer. Ahora la cosa es distinta y hay que ir al cherchez le pétrole, qué pinta el petróleo en todo esto. Pues bien, Venezuela es el tercer país del que los Estados Unidos importa petróleo. Son datos de 2016 de la U.S. Energy Information Administration que significan que, a la hora de proporcionar petróleo a los Estados Unidos, Venezuela va detrás de Canadá y de Arabia Saudita (los dos primeros), pero que ha adelantado a México, aunque por poco, que ha caído al cuarto lugar, o a Colombia que está en el quinto. No veo qué interés pueda tener el «imperio» de conquistar a su tercer proveedor y no a su cuarto.

Pero es que hay más: se trata de CITGO, empresa filial de Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA), empresa esta estatal, por supuesto. Citgo habría donado 500.000 dólares estadounidenses a la ceremonia de toma de posesión de Donald Trump. El dato es contrastable en página 21 del Report of Donations Accepted For Inaugural Committee. Bonita forma de luchar contra el imperio que, obviamente, personificó un episodio de «El imperio contraataca».

Este episodio de «contraataque» fue recogido por el Wall Street Journal y retransmitido por la CNN: Goldman Sachs habría comprado bonos del gobierno venezolano salvándolo del «default» con gran irritación por parte de los opositores venezolanos. Tal vez convenga recordar que Goldman Sachs tiene a exempleados suyos no solo en el gobierno de Trump. Lo que cuenta es que no queda claro el papel de los Estados Unidos en el boicot a Venezuela cuando se ayuda a su gobierno de esta forma tan evidente, pero, todo hay que decirlo, el negocio de Goldman Sachs ha sido redondo, aunque para ello haya tenido que enfadar a los que aparentemente apoya su gobierno. Agradecidos tal vez.

Ha habido muchos diagnósticos. Aquí mismo ya recogí algunos a propósito de la mediación. Pero quiero acabar con una cita de François Houtart. Fue de las últimas cosas que escribió antes de su reciente muerte y después de visitar Venezuela. Se refería a las dificultades de la vida cotidiana que «provienen seguramente del boicot y de la especulación de parte del capital local y del imperialismo, pero también de procesos ordinarios en periodos de escasez: mercado negro, acaparamiento de productos, cambios de producción en función de la ley del mercado, usura de los intermediarios, pero también de la corrupción de agentes del Estado».

Curiosamente las cartas abiertas que he citado subrayan unos aspectos u otros, pero callan sobre aquel papel del «imperio».

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