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Manolo Alarcón

Ayer, como hace once años

El próximo lunes, el Partido Popular (PP) de Orihuela tendrá que elegir presidente entre tres candidatos ( Dámaso Aparicio, Víctor Valverde y Andrés Ballester) en una sede prestada porque ha tenido que salir de la suya con el rabo entre las piernas -tanto, que el dueño ni se ha dado por enterado y quiere desahuciarlos-, por la que adeuda más de 12.000 euros y no paga desde hace dos años -¡qué bochorno!, con aspirantes que se lamentan de no tener los listados de los afiliados que les votarán, con un alcalde, Emilio Bascuñana, al que no quieren los dirigentes del partido y con un grupo municipal que ayer dio una lección vergonzosa que recuerda a aquella del 26 de septiembre de 2005, cuando los afines del PP al entonces regidor José Manuel Medina y los de la portavoz Mónica Lorente votaron divididos sobre la aprobación de 7.000 nuevas viviendas en otro Plan de Actuación Urbanística (PAU) en Orihuela Costa sobre 800.000 metros cuadrados.

Parecía que sería difícil superar lo que ocurrió hace once años, pero lo de ayer lo supera. Entonces todos los protagonistas fueron al pleno y dieron la cara, pero ayer faltaron hasta cinco. Tres por enfermedad, uno por un viaje familiar y otro porque su esposa tiene intereses en el asunto que se debatía. Y sólo este último, Miguel Ángel Fernández, tiene justificación... si se puede entender por justificación el que aceptes que te nombren dos semanas antes del pleno presidente de una comisión, la de Urbanismo, cuando su despacho se dedica entre otras cosas a eso, a asesorar a promotores en urbanismo y uno de ellos está en el ajo. ¡Ahhh! y no culpen antes de tiempo al alcalde!... que sí, que también la tiene, pero más un edil al que todos dábamos por una persona que anteponía sensatez a cualquier interés.

Querer vender que no existe una ruptura en el grupo municipal sino una discrepancia puntual por un tema que huele mal o que se trata de otro toque de atención al regidor, es tan falso como el no admitir que buena parte del problema ha sido auspiciado por la propia dirección regional de Partido Popular porque no ha sabido o no ha querido parar la bola de nieve que se ha formado en Orihuela con un regidor que ni el partido ni los ediles del grupo respetan.

El pasado domingo publiqué que Bascuñana quiere morir con las botas puestas y ser fiel a sus principios (que no gustan más que a los suyos) sin que le dé mucha importancia al hecho de que lleva meses apretando a fondo un acelerador en dirección a un precipicio, el de la política, sin retorno. Y eso le ha pasado también por pensar que el que dirigía el cotarro era él y no necesitaba consultar nada. Y a veces uno podría pensar que este regidor tampoco nunca ha vivido en Orihuela, ciudad donde el PP debería tener dos palabras prohibidas: basura y urbanismo, por cómo le ha ido con ambas desde los tiempos de Luis Fernando Cartagena. Y su último charco que ha pisado es ese.

Alguien del PP me preguntaba ayer que qué pensará el sufrido oriolano de lo que está ocurriendo: que cuatro de sus concejales no fueran para no verse en la obligación de romper la mal llamada disciplina de voto, que te puede llevar a un expediente de expulsión, y tres de ellos recurrieran al feo detalle de pedir un parte de baja laboral. No sé por qué lo hicieron pero no fue por Orihuela, quizá sí por el partido.

Lo que pasó en el pleno, en realidad, solo preocupaba a uno: al promotor que pretendía iniciar el procedimiento para eliminar 650 VPO en un PAU donde está previsto la construcción de 2.600 pisos. Uno ve las cifras, las multiplica y se marea. ¿A quién se le ocurrió meter un 25% de viviendas de protección de un plan de ese tamaño? ¿qué pretendía, que nunca se construyeran o que compitieran con las libres?, ¿es que ha sido asesorado para pedirlo? ¿es que no lo ha sido?.

A todo ello no tengo respuesta pero, contestando a esa pregunta que me hicieron sobre qué pensará un oriolano de lo ocurrido en el pleno, le contesté que «nada». La prueba es que durante las dos últimas décadas el PP ha barrido en las urnas con un porcentaje de votos que, en sus peores elecciones, casi ha duplicado al resto. En Orihuela, como en tantos otros sitios, es fácil criticar por la espalda y levantar la voz al que no tiene culpa, pero también lo es dar una palmadita al que no se lo merece y encontrar amigos hasta debajo de las piedras y más si te ven como un líder. Valientes, pocos. Esperando su momento, muchos.

El PPCV necesitó poco más de un año en darse cuenta que se había equivocado con el candidato, otro ha tardado en detestarlo y desde ayer está como hace once años: escenificando su división para regocijo de sus enemigos; principalmente, de los suyos a los que ha ido dejando caer por el camino. Si alguien piensa que el lunes comienza una nueva etapa en el PP está listo. En estos dos años sólo han conseguido desacreditar a su propio mirlo blanco, con su inestimable ayuda, es cierto, pero era novato y lo sabían. En cualquier caso, que no se preocupen, que volverán a ganar las elecciones o en el peor de los casos, siempre habrá alguien con quien pactar la Alcaldía y los sueldos

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