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Rossi imparte cátedra

A sus 38 años, Valentino Rossi imparte cátedra y se impone en La Catedral consiguiendo una nueva victoria, la numero 115 de su carrera deportiva. Este nuevo triunfo ha sido claro y contundente. Cuando la carrera se desarrolló en seco tenía ritmo más que suficiente para dominar con autoridad y cuando lo fue en mojado se impuso a base de testosterona -cojones en el argot motociclista-. Dada su peculiar personalidad, el de Tavullia ha querido demostrar con este resultado que Valentino no ha vuelto, sino que Valentino nunca se fue. Desde hace bastante tiempo, Rossi sufre un acoso mediático en nuestro país, en el que se le ha llegado a descalificar personales y profesionalmente y esto es inconcebible a no ser para algunas mentes cerradas que solo les vale la victoria de los pilotos españoles. Yo dudo mucho que estos sean aficionados auténticos. Él es grande y punto. Un fenómeno que hace grande este deporte. Hacía más de un año, desde Cataluña 2016, que Rossi no había vuelto a subir al escalón más alto del podio, algo sin precedentes en él. Este año las dificultades de adaptación a la nueva Yamaha y sobre todo el alto nivel de rendimiento de su compañero de equipo Maverick Viñales hacían que la victoria parece ser un tema realmente un tabú. Il Dottore es el piloto que más dinero ha ganado en toda la historia del mundial, aunque también cuentan y es cierto, que es el que menos cobra (de ficha) de los cinco magníficos de MotoGP. Ahora solo es millonario de lo que cobra de Yamaha y el resto de patrocinadores, que se desviven por tenerle como imagen y vender sus productos. Nadie vende más que él que se mantiene en el Mundial porque es su icono y además sigue siendo competitivo. Esta victoria es la décima suya en este antiguo trazado del norte de Holanda. Un circuito donde ha firmado grandes gestas, bellas batallas y momentos para la historia y ha teñido de nuevo de amarillo las gradas. Y es que desde 2008 todo cambió. Antes las gradas de la mayoría de circuitos presentaban un indescifrable multicolor, sólo había gorras de patrocinadores y camisetas con fotografías estampadas, con los semáforos encendidos era complicado descubrir qué piloto acaparaba la atención. Valentino trajo la revolución. Ya entonces siete veces campeón del mundo, el italiano decidió fundar una empresa, VR 46, empezó a gestionar su propio 'merchandising' y, gracias a su estrategia de entrada al mercado revolucionó el ambiente de las tribunas.

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