«No permitiré que se atente dos veces contra la Filosofía». Esta fue la frase con la que Aristóteles justificaba su abandono de la Polis tras la tensión que provocó en Atenas su amistad con Alejandro Magno. La primera vez a la que hace referencia es, evidentemente, la sentencia que condenaba a Sócrates a morir por envenenamiento con cicuta. Los filósofos, y lo que la filosofía representa, nunca han sido cómodos para el poder político establecido desde bien temprano. Pronto se pensó en acabar con una disciplina que primaba el sentido crítico y racional al control tácito de las multitudes a través del discurso fácil y propagandístico que las convertía en dóciles, controlables en el peor de los casos. Pero seguimos aquí, pues la Filosofía forma parte de nuestra misma naturaleza humana. Si cada vez que la Filosofía ha estado en peligro uno de mis alumnos menos esforzados hubiera leído un libro, hoy sería un genio.

La situación que vivimos los filósofos en la Comunitat Valenciana no es una novedad, pero sí una decepción. Nuestra Comunidad es la única con un gobierno progresista que mantiene la LOMCE sin apenas retoques.

El caso es que no empezamos mal. El 15 de mayo, Compromís y PSPV, como el resto de las fuerzas políticas, votó una proposición no de ley en Les Corts que «blindaba» la Filosofía como asignatura obligatoria en todos los cursos del Bachillerato y en cuarto curso de Educación Secundaria. La sorpresa vino cuando nos enteramos, casi al mismo tiempo, que la Conselleria de Educación ordenaba a los centros seguir con la LOMCE tal como está.

¿Por qué mentir? Esta fue la pregunta que algunos de nosotros nos hicimos cuando, en una entrevista al Conseller Marzà, este contestó, para sorpresa nuestra, que era imposible acceder a nuestra demanda, negando su compromiso en Les Corts. Más tarde, una delegación de nuestro colectivo asambleario se reunió con Miquel Soler y entonces se hizo evidente lo que ya nos temíamos. Conselleria no tiene intención de modificar este año el artículo 36 del Decret 87/2015, como se votó en Les Corts, en espera de una ley decente. El problema es que ni el señor Marzà ni el señor Soler han sido capaces de dar una explicación convincente de esta negativa, ni mucho menos de su mentira.

Simplemente, la formación intelectual, crítica y ciudadana de los alumnos de al menos dos cursos no importa al gobierno de nuestra Comunidad. No forma parte de sus medidas estrellas, no tiene réditos electorales, no sirve directamente a sus propósitos. Es una ingenuidad pensar que es abominable para los estudiantes de ciencias acabar Bachillerato sin conocer el pensamiento filosófico de Descartes y Galileo, o que los alumnos de artes no contarán con la belleza platónica entre sus experiencias intelectuales. Me cuesta pensar el alcance semántico real del concepto «progresista», así como su deslizamiento, una vez en el poder, hacia el término «pragmatista».

Para ser justos, la historia de esta infamia no les pertenece en exclusiva. Fue el PP el que expulsó la Filosofía del Bachillerato con una ley, la peor ley educativa de la historia de nuestra democracia, que no gustaba ni a aquellos que la elaboraron e impusieron. Recordemos que hasta el PP reconoció hace poco el error de haber menospreciado la Filosofía. Ahora, para el señor conseller de Educación, para el señor secretario autonómico de Educación e Investigación y cargo destacado del PSPV, ese error no fue tal.

De nuevo se atenta por segunda vez contra la Filosofía, y de nuevo no vamos a permitirlo. Pero esta vez no huiremos, señor Soler, esta vez ha de pensar que enfrente hay un colectivo que no puede abandonar a sus alumnos en un mundo sin filosofía, donde impera como única razón aquella que más convenga a quien gobierna las instituciones. Esta vez, a diferencia de aquella situación de Aristóteles, no es sólo la Filosofía lo que está en juego. Es la formación de nuestras alumnas y alumnos, es el derecho a una política que no pueda mentir y tomar por idiotas a sus ciudadanos sin coste alguno, es el respeto no sólo a lo que importa, sino también a lo importante. Esta vez no huiremos, señor Marzà, y, sinceramente, dudo que tenga cicuta para todos.