Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Joaquín Rábago

Tratados de libre comercio

¡Cómo se manipula con los titulares cuando interesa! El otro día, un diario nacional escribía alegremente: "Europa censura la posición de Sánchez contra la globalización".

Se trataba de la posición del nuevo secretario general del PSOE en relación con el tratado de libre comercio entre Europa y Canadá (CETA) y los vaivenes de los socialistas al respecto.

En primer lugar, dudo de que el comisario europeo de Economía, el también socialista francés Pierre Moscovici, a cuyas presiones sobre Sánchez se refería la información, sea Europa.

Ni siquiera lo es toda la Comisión, ni lo son tampoco los gobiernos europeos, sino todos sus ciudadanos, y no creo que ni unos ni otros tengan una opinión unánime sobre la posición de Sánchez, ni siquiera que la conozcan.

Pero algunos medios de comunicación tratan por todos los medios de evitar un acercamiento entre el "nuevo" PSOE de Sánchez y el partido a su izquierda: siempre se han sentido más cómodos con la alternancia del viejo bipartidismo.

Y en esa lucha estamos. Todos los medios son buenos, como lo son todas las presiones que se ejerzan desde Europa: es decir desde la Comisión Europea.

El mismo diario censuraba en su editorial "las posiciones proteccionistas en materia comercial" y el "caduco discurso antieuropeo sobre la soberanía" de Podemos, al que se apuntó en un principio Pedro Sánchez para después optar por la abstención en lugar del rechazo del CETA en el Congreso.

No son novedad, eso es cierto, los vaivenes de los socialistas en esta y otras materias objeto de polémica, e incluso a uno le parecen justificadas las críticas al "oportunismo" en política.

Y es verdad también que el Canadá de Justin Trudeau no es lo mismo que los Estados Unidos de Donald Trump, pero eso no quita que haya que dar necesariamente por bueno el tratado ya negociado con ese país.

Olvidémonos de la insultante simpleza de los argumentos del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, al afirmar que España haría "el ridículo" si el tratado fracasa en Europa y apelar una vez más a lo que él llama "sentido común".

El problema, señalado por buena parte de la izquierda, pero también con otros argumentos desde la derecha ultranacionalista, es la forma nada o poco transparente en que se han venido negociando esos tratados: lo mismo el CETA que su equivalente con EEUU, el llamado TTIP.

El problema es que para servir realmente a los ciudadanos, los tratados de ese tipo deberían centrarse en el comercio de bienes y servicio y no en proteger los intereses de los inversores y las grandes multinacionales.

Y como señala la abogada y activista estadounidense Lori Wallach, de la organización de defensa de los consumidores Global Trate Watch, las multinacionales están sobre interesadas en medidas que favorezcan las deslocalizaciones para abaratar costes como también en la protección de patentes.

Si no se toman medidas para proteger en cambio a los ciudadanos y consumidores, ese tipo de tratados tienen sobre todo a rebajar los estándares tanto laborales como medioambientales y sanitarios en beneficio exclusivo de aquéllas, que no escatimarán dinero ni esfuerzos para conseguir sus objetivos.

Criticar eso y exigir que se deje de negociar esos tratados en secreto y se impidan conocer todas sus consecuencias no es estar contra la globalización en general, sino en la que tratan interesadamente de vendernos como la única posible.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats