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Luis Muñiz

Emmanuel, "el Dios que está con nosotros"

Tal parece que Europa hubiera esperado desde hace décadas la venida de Macron

En la entrevista "del renacimiento", como ya se la conoce, Macron se dejó escrutar el pasado jueves por ocho grandes diarios europeos, privilegiando su perfil de estadista joven y entusiasta, pero que está al cabo de todo lo importante que sucede en el mundo: la guerra siria, el ladino Putin, la UE y su crisis, Trump y el clima... Quizá hubiera sido conveniente que además dijera algo sobre los cuatro ministros que se le habían caído del Gobierno en los días precedentes, tres por el desvío de fondos de la Eurocámara al partido centrista MoDem, aliado suyo, y otro por sospechas de nepotismo. Se ha sugerido, no sin razón, que la imperial comparecencia macroniana guarda inmarcesibles similitudes con las ruedas de prensa sin preguntas o a través de plasma tan del gusto de Rajoy. Y a juzgar por lo leído en la citada "interview" y en artículos publicados tras la primera rueda de prensa conjunta con Merkel, el viernes, da la impresión de que el Viejo Continente estaba esperando la venida de Emmanuel Macron desde hace décadas. Y que, al menos por ahora, piensa tragar con todo lo que diga (o deje de decir), con tal de que lo diga con la lengua ardorosa del tribuno. La UE tiene tantas ganas de renacer que corre el riesgo de hacerlo en falso, o seducida sólo por la oratoria. El fervor europeísta del joven presidente de la República se ha contagiado rápidamente a los analistas de frases, y como las frases no salen de la boca de un zopenco, sino de un fino destilado de la élite francesa, están todos a punto de expurgar la palabra "zozobra" del diccionario. Lo que más les arrebata es que Macron va a gobernar sin oposición ninguna, salvo la de la calle, porque su equipo de demolición ha podido con todos: socialistas, ultras, derechistas ya partidos en dos... De tal forma que quien ha puesto en fuga al populismo en Francia puede caer fácilmente en el ordeno y mando, pero revestido con los hábitos del demócrata limpérrimo. Uno, por ejemplo, que ya cree necesario incorporar al derecho común algunas de las medidas extraordinarias que autoriza a tomar el estado de emergencia, vigente en el país desde noviembre de 2015. Uno con el que la abstención, prueba de fuego del interés ciudadano por la política, alcanzó el récord del 57% en la segunda vuelta de las legislativas, las de su coronación. La combinación de ambos factores -desinterés por la democracia representativa y medidas excepcionales insertas en la ley corriente- no es tranquilizadora. Pero es comprensible el interés que el individuo despierta dentro y fuera de Francia; su venida no fue anunciada, mas se le esperaba; no en vano su nombre de pila -nunca mejor dicho- quiere decir: "El Dios que está con nosotros". Era inevitable que todos nos acercáramos a él: niños, adultos, sátrapas...

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