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La discrepancia del New York Times

El New York Times aconseja al gobierno español llevar a cabo el referendum sobre Cataluña. El hecho tiene una importancia relativa, pero no despreciable. La del gran diario americano es la primera voz respetada que toma postura discrepante en el más vidrioso de los problemas interiores de España. No deja de ser una opinión que, además, da por hecha la respuesta mayoritaria contra la escisión. Pero contradice el impedimento de ilegalidad inconstitucional en que se han plantado Rajoy, sus ministros y su partido, indiscutible a la luz de la Constitución vigente. El Times no entra en consideraciones sobre la dimensión de la consulta, estatal o autonómica, ni parece impresionado por la fuerza vinculante de aquel impedimento. También dentro de nuestro país menudean las opiniones partidarias de una reforma constitucional, que puede ser activada en una sola noche como ocurrió en 2010 por voluntad de Zapatero y Rajoy.

El problema está en la brecha que la influencia del NY Times puede abrir en otros medios no menos influyentes, dando lugar a un debate en el que no han querido entrar ninguno de los paises democráticos ni los organismos internacionales. Puigdemont ya ha visto las oportunidades inauguradas por el primer pronunciamiento periodístico exterior, y lo más probable es que intente multiplicarlo.

No es gratuita la certeza del "no" a la separación, tanto en el espacio estatal como en el autonómico y, ahora, el exterior, por apoyarse en sondeos y encuestas que señalan una distancia cada vez más acusada entre la mayoría de la sociedad catalana y la de su Parlament. El problema estaría en que no acudiesen a las urnas del referendum todos los que quieren seguir siendo españoles, y en la legalización de una deriva a la que podrían sumarse otras "nacionalidades" del Estado. Dos fracasos en Quebec y otro en Escocia no han disuadido para siempre a los separatistas canadienses y escoceses. Pero también está claro que un referendum no respalda por sí mismo la escisión. Negar el "derecho a decidir" es lo que parece menos asimilable a ojos internacionales. Y tal vez lo que esté fallando es la negociación estatal no solo con dirigentes políticos sino con los estamentos empresriales y las organizaciones sindicales y sociales que pueden garantizar con su voto la libre decisión mayoritaria de seguir siendo parte indivisible de España, que es lo que deseamos las inmensas mayorías. Seguir fiándolo todo al castigo judicial de la unilateralidad catalanista puede reprimir el intento, pero no resolverlo.

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