Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Manolo Alarcón

Morir con las botas puestas

A dos años vista de las municipales, el Partido Popular (PP) de Orihuela parece que ya esté buscando un nuevo candidato a la Alcaldía. Este ejercicio simplista que hago resume la situación por la cual está pasando la marca de la gaviota en el municipio más importante en el que gobierna en la Comunidad, con un alcalde, Emilio Bascuñana, que daba el perfil cuasiperfecto en 2015 pero que ha llegado a un grado de distanciamiento con una parte de sus ediles, con la dirección provincial -evidenciado en el hecho de que no llegó a votar como presidente a Císcar, aunque fuese a felicitarle, según aseguran en el partido- y con la regional que a día de hoy hace muy difícil que salga del pozo que él ha cavado por no escuchar y atender a razones. Su relación con personas que deberían ser sus principales valedores, como Eva Ortiz, es inexistente y parece irreconciliable. Él lo sabe y los pasos que está dando no son para restañar heridas pese a saber de sobra que la marca a la que votan los oriolanos es la del PP y no la suya, pero ha iniciado un pulso que no se sabe cómo ni dónde acabará.

El viernes 16 de junio, horas después de que anunciara una remodelación que arrinconó aún más dentro del equipo de gobierno al concejal, presidente en funciones y candidato a la presidencia, Dámaso Aparicio (al que no puede ni ver), y a la edil de Urbanismo, Begoña Cuartero, y beneficiado a Víctor Valverde, que ese mismo día anunciaba que también concurriría a la carrera por la presidencia, el grupo de Ciudadanos (Cs) hizo pública una nota en la que aseguraba que había una «crisis de gobierno». Pero no se referían al pacto que mantienen ambos partidos y en el que tan bien les va (a ellos). De lo que estaba hablando es de la división interna del grupo popular, que no se ha debido, como decían, a las elecciones a la presidencia (que también) sino que viene de meses antes y de un regidor que se metió en una guerra en la que, visto lo visto, tenía poco que ganar y mucho que perder. El que unos WhatsApps privados de Aparicio llegaran a la mesa de la presidenta del PPCV, Isabel Bonig, sin que nadie supiera quién los había obtenido ni cómo, pero destapando una supuesta guerra sucia en su contra, no ha sido ni mucho menos su tabla de salvación ni su refrendo... y eso que la víctima era él pero no gustaron ni en las formas ni en el fondo.

Y cuando habla Cs de crisis, sabe muy bien de lo que está hablando porque de la mano que mece la cuna de esta formación, que es la misma que movía y decidía en tiempos de los liberales, se han multiplicado los problemas del PP de Orihuela desde tiempos inmemoriales, escisiones incluidas. Y de todo lo que está pasando la marca naranja no deja de sacar rédito, algo que en estos últimos meses ha maximizado al punto de que el portavoz Juan Ignacio López-Bas parece la solución para todos los males... y eso que sólo trabaja media semana. Esto también ha enrabietado a la dirección del PP que ve boquetes en la linea de flotación y pérdida de votos en las pedanías cada día que pasa en beneficio de Cs.

Los dos años que llevamos de ver ediles populares que casi ni han abierto la boca en plenos en los que se pasan aburridos las horas mirando el móvil -quizá de ahí tanto WhatsApp- y en los que reciben mensajes en el que les instan a que le den a «me gusta» en las redes sociales sobre cualquier iniciativa municipal con el alcalde de por medio, tampoco han servido para hacer equipo.

No hay equipo pero nadie ha dado la cara para plantearle una discrepancia abierta contra sus directrices. Y eso que hubo una oportunidad única como fue ese pacto con Cs del que fuentes de la dirección regional aseguran que nunca le pidieron la autorización para la firma ni conocen de su contenido, y al que tampoco ninguno de los concejales díscolos (que son casi la mitad) se opuso pese a que dijeran a quien quiso oírles que era meterse en la boca del lobo. Se quejaban en Valencia pero asintieron a la hora de votar. Y en eso Bascuñana ha demostrado ser mucho más sincero y ejecutivo que ellos. Y mientras, el barco de su gestión se tambalea porque cada uno se fija desde entonces más en señalar los errores que en su propia gestión. De todo le culpan y lo ven como un árbol caído.

El hecho de que diera la mayor parte del poder a una asesora por encima de sus concejales, que incluso dirige a los técnicos o participa en las negociaciones con Cs por un presupuesto que ellos desconocen, son cuestiones que han ido mermando y socavando la confianza en su líder que no parecer haber aprendido que a base de fotos y de redes sociales no se ganan batallas y que la única realidad es que cuanto más alto vuelas, te ven más cazadores y eres una presa más fácil.

En la corta distancia Bascuñana gana, pero su poca capacidad de empatizar con las personas que le dicen verdades, el no haber sabido escuchar más que halagos y el alejar a sus enemigos en vez de tenerlos cerca y controlados, han sido algunos de sus errores. Muchas veces cuando sale de la Alcaldía se preguntará por qué tanto trabajo no se ha reflejado en más parabienes que los que recibe de un círculo cada vez más pequeño y en el que algunos miran cada vez más por sus propios intereses, como demuestra que el urbanismo ya no quede al margen del día a día de Orihuela.

Una parte de la respuesta la conoce: Es más fácil destruir que construir y criticar que gestionar. Y también sabe que cualquier proyecto que ha iniciado ha topado con mil inconvenientes que no eran culpa suya sino de un Ayuntamiento que durante año no ha funcionado correctamente porque ha sido más útil un interino con mando en plaza y al socaire del político que un técnico cualificado que no acepte presiones. Todo ello ha colocado a dos departamentos claves, tesorería e intervención; es decir, de donde sale el dinero, en el centro de todas las polémicas desde hace años. En Orihuela todo se hacía a dedo, con facturas con reparos, entre ayudas, subvenciones y contratos menores como bandera de gestión sin cumplir muchas veces los cánones de la legislación. No lo digo yo, lo aseguró el interventor Fernando Urruticoechea quien, defectos al margen, también dijo grandes verdades hasta su marcha. Bascuñana se irá y dudo que deje sus esfuerzos en resolver este gravísimo problema del funcionamiento municipal que no deja votos y sí heridas.

La otra parte de lo que le está fallando está dentro de él y cambiar las cosas no parece que sea el camino que haya elegido para que en la primavera de 2019 el PPCV tenga que explicar a los ciudadanos cómo ese alcalde que les perfecto haya que cambiarlo. Bascuñana aseguró el 9 de junio que no sería candidato a la presidencia para «centrarse en la Alcaldía», algo que le llevaban reclamando los dirigentes del partido desde hace meses. El problema es que no da la sensación de que vaya a hacer todo aquello que le han pedido, más bien todo lo contrario y la remodelación de hace unos días es una prueba más. En una ocasión dijo en una entrevista a este periódico que no entendía que el cargo de presidente y de candidato a la Alcaldía no fuesen aparejados en el PP. Él, cuando renunció a presentarse y si es consecuente con aquello, sabe que sus días en el despacho de la Esquina del Pavo están contados. Tiene dos años por delante y querrá morir (políticamente) con las botas puestas o quizá tiene un as en la manga, pero algo me dice que el que salga de las urnas a la presidencia del PP en julio tampoco será el candidato a la Alcaldía. Al tiempo.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats