Me sorprende que a alguien le sorprenda que el acuerdo alcanzado por Ramírez y Ortiz con Hacienda sólo se vaya a hacer efectivo si ambos son los ganadores de la subasta del 72% de las acciones del club que tendrá lugar (si Manuel Illueca, director del IVF no dice lo contrario) antes del 15 de julio. ¿Qué empresario pondría 4,3 millones para salvar algo que le pueden quitar dentro de dos semanas? La lógica dicta que en esa puja pública sólo participarán los actuales dirigentes puesto que el Hércules es una casa en ruinas con más de 20 millones de deuda, de los cuales, 11,2 millones de abono inmediato en concepto de deuda con la Agencia Tributaria y del más que probable fallo condenatorio de Bruselas por recibir ayudas ilegales de estado en condiciones fuera de mercado.
Pero una vez salvado el monumental escollo del fisco, que no ha dado su brazo a torcer hasta que Ramírez ofreció su «garantía personal», llega la hora de arrancar sí o sí. Un club de fútbol tiene sus propios tiempos, algunos de ellos muy marcados, como el actual. El Hércules no puede esperar al 15 de julio para firmar a jugadores y técnicos, fundamentalmente porque los buenos ya no estarán en el mercado.
El presidente garantizó públicamente que estaba dispuesto a invertir 1,5 millones por temporada para conseguir el soñado ascenso y esa inversión sólo puede llegar a buen puerto si empieza a realizarse ya. Ya volaron primeras opciones como el delantero Carlitos o el entrenador Paco López. Portillo tiene varias operaciones avanzadas, algunas de ellas especialmente ilusionantes. Toca dar luz verde desde arriba, que Gustavo Siviero coja las riendas y el balón empiece a rodar. Los sufridos aficionados están hartos de avales, subastas, convenios... ahora que la espada de Damocles ya no está en el cuello tras el acuerdo con Hacienda, sólo quieren saber cuánto les va a costar el abono y si hay fichajes que consigan devolver la sonrisa en este lodazal de la Segunda B.
Este último mes y medio ha sido tortuoso y toca vender esperanza desde las oficinas del Rico Pérez. Ya pasadas las Hogueras, no hay tiempo que perder.
