Mi afición a las cosas de la historia me llevó no hace mucho a reencontrarme con un legendario hombre de letras y espada con el que yo había tenido interesantes contactos durante mi época de estudiante. No, no era Paul Newman como algunos estarán pensando. Me refiero a Alfonso X el Sabio, autor, entre otros muchísimos libros, de las Cantigas de Santa María. Recuerdo que algún profesor nos trazó su perfil dibujándolo como un gran humanista, un hombre del Renacimiento, muy abierto de mente a pesar de pertenecer a la más estricta Edad Media. Para él, el conocimiento -ese concepto que abarca todos los saberes del hombre- no se veía involucrado en cuestiones de etnias, lenguas o asuntos mezquinos de tal laya, sino que poseía categoría universal. Seguramente concebiría el Universo con todas sus capacidades, como un espacio digno de ser algo así como Patrimonio de la Humanidad.
Esa reflexión me llevó a recordar una Cantiga de las muchas que escribió y cuya historia tuvo lugar precisamente en Elche. Un gran honor, pienso yo. Es como si Beethoven nos hubiese compuesto la Gran Sinfonía de los Palmerales. ¿Lo imaginan?
Para que lo recuerden les diré que cada Cantiga va precedida de una lámina dividida en seis miniaturas (a modo de la antigua auca) a través de las cuales se dibuja y narra un milagro de la Virgen, en casi todos los casos de la Asunción -porque entonces esta advocación estaba generalizada en toda España- y que es quien devuelve la vida a una niña que se había ahogado al caer en una acequia que por allí pasaba. Pero mi interés recae ahora en una singular palmera que divide en dos la viñeta central y por cuyo empaque e importancia se comporta como si fuera el buque insignia de alguna cosa que el autor quiere dejar muy claro: este Elche que aquí se menciona es, sin duda, el hermoso lugar que posee tantos palmerales y que por eso se singulariza. Con seguridad don Alfonso deseó recalcar ese hecho y fue tanto en aquel siglo XIII como si hoy nuestro pueblo tuviese la oportunidad de salir en todas las televisiones del planeta. De hecho, eso vino a ser exactamente porque a su magna obra tuvo acceso -y aún tiene- toda la intelectualidad mundial. Ya sé que la intelectualidad no es precisamente el fútbol, pero audiencia es...
Y yo les aseguro que quedé impresionada cuando me di cuenta del potencial que albergaba dicho icono. En el siglo XIII, cuando aún los moros ocupaban gran parte de la península, el rey Alfonso X, hijo de Fernando III el Santo, tío de don Juan Manuel y yerno de Jaime I el Conquistador, es decir, un grande entre los grandes, se aviene a poner en circulación un «spot publicitario» a escala mundial. Desde su Escuela de Traductores de Toledo, en donde se recogía y traducía todo el saber posible, sus Cantigas se expandían también. Así, el pueblo de Elche sería en lo sucesivo ampliamente reconocido.
Creo que no se le ha hecho justicia a este gesto de don Alfonso e incluso insinuaría que se ha desperdiciado el gran potencial propagandístico-cultural que, en sí, contiene. Se ha obviado la imagen de esa palmera como símbolo por el que se nos reconozca de forma tan inequívoca como con la Dama.
Creo que Elche posee un gran potencial cultural, pero no se ve en su estructura un proyecto integrador que penetre dentro de la sociedad, aunque tengamos Universidad, institutos, escuelas de idiomas, música, museos y un paisaje único? Parece ir cada cosa por su lado, nada encaja y eso dispersa; reflexión y experiencia no se acoplan para confluir en un buen modelo de ciudad. Se usan perecederos ramos de flores, en vez de plantar árboles que pueden dar flores y frutos cada temporada. Se vende La Alcudia, se pierde la Estación Phoenix quedando la hermosa casa que lo albergó saqueada por bandas de desaforados; La Calahorra, las Clarisas, los museos? navegan medio escorados. Qué quieren que les diga.
P. D. Esta semana leo en el periódico que «La ley del Palmeral permitirá construir espacios culturales dentro de huertos históricos» y que «las zonas protegidas por la Unesco podrían admitir, de manera extraordinaria, la apertura o edificación de museos o centros de interpretación necesarios para la divulgación de los valores protegidos por la nueva normativa». Esta sí que es una buena noticia. Parece que algo se mueve. Al César lo que es del César. Pero, por todos los dioses, que se lleve a cabo un buen proyecto y que no se quede capado o en vías de escorarse, como a veces sucede. ¿Damos un respiro a la esperanza?