Cuentan antiguas crónicas que el más famoso de los Khan tenía un águila que siempre le acompañaba y como buen cetrero cazaban y cabalgaban por las estepas. Un día se detuvo a beber en un remanso de agua de un manantial que caía de la montaña y, cuando se disponía a dar el primer sorbo, el águila lo impidió picando la cabeza de su amo e hiriéndolo. El Khan, de no muy buen carácter, sacó su cuchillo y mató al ave. Después se dio cuenta de que arriba del manantial había una serpiente venenosa muerta que envenenaba el agua que se disponía a beber. El águila le salvó la vida recibiendo la peor de las recompensas. El Khan disecó el águila y la llevó siempre consigo en una cajita, supongo que para recordarle lo malo de dejarse llevar por la furia y la precipitación.

Estarán conmigo en que es una maravilla subirse al tren al lado de la Diputación y en un ratito estar en Madrid. Cierto es que, en la estación y zona de embarque, no se estiró mucho Adif y es de una modestia y severidad excesiva esa zona de nuestra estación. Aunque eso es una constante en nuestra historia, ahí está la iglesia, basílica ahora, de Santa María de proporciones tan modestas como lo eran la villa y la incipiente burguesía de sus tiempos medievales. Tal vez algo diferente es nuestro actual aeropuerto, hoy de dimensiones y características adecuadas a su tráfico y movimiento.

Alicante parece llegar tarde a todos los trenes, no tiene quien la quiera, no se defiende con el ánimo ni el respaldo suficiente. València parece estar a la misma distancia que Vladivostok y para Madrid todavía no somos mucho más que la Playa de San Juan. Lo del Hércules es un claro ejemplo de ello. Sin embargo, no somos esteparios y ni protestamos, creo que ya ni nos afecta. Hemos olvidado la furia cuando algo nos niegan, aunque muchas veces sea mala consejera.

Bueno, en positivo, de momento quememos lo viejo, renovemos el espíritu, inmolemos nuestros pensamientos negativos y escuchemos A la llum de les fogueres, veamos cómo se deja la ciudad lo mejor posible tras el paso de Othar, caballo de Atila, que volverá pronto con la Volvo. Y así, una tras otra, fiesta tras fiesta, año tras año, estación tras estación, las llamas no nos dejan ver el incendio. Y el tiempo pasa...