El controvertido personaje no evita nunca el choque. Con los aficionados que le pitan, con la prensa que le critique, con el técnico que le afee, con los compañeros que no acepten su liderazgo, con los directivos que no secunden sus pretensiones o incumplan sus compromisos, etc. Y es normal, dentro de sus peculiares carácter y personalidad. Es singular para lo mejor y para lo censurable. Porque tampoco hay que olvidar su perseverante profesionalidad.

El asunto de Ronaldo con la Hacienda es llamativo, y más en España, donde este gobierno que nos masacra a impuestos, curiosamente llamándose conservadores y cuasi liberales, lo cual tiene guasa; busca siempre referentes expiatorios para atizar el fuego fiscal inquisidor. No llegará la sangre al río, como tampoco llegó en otros, pero es muy probable que cause un terremoto en el fútbol. Si el portugués es coherente, que ojalá sea solo pataleta, se irá del Madrid por mucho que Don Florentino haga juegos malabares para impedirlo y afloje su corazón y su cartera. Razones no le faltan.

Cuando por fin ha conseguido iniciar su época de gloria indiscutible, vienen algunos amiguetes okupas de palco a bachearle el camino porque sustituir a Cristiano es imposible. No hay otro jugador, salvo Messi, que asegure a esos niveles cuarenta goles al año, como mínimo, más los que propicia. Y sin ellos, el invento de Zidane zozobraría. Porque más allá de sus registros, no solo hace mejores sino posibles a sus compañeros, al sistema, al técnico, al club, al presidente y a todo bicho merengue viviente. El jodío parné sobrevuela en forma de buitre el Bernabéu y, salvo el cínico pasteleo acostumbrado, encontrará carroña.

Ramón Calderón, el expresidente que lo fichó del Manchester, asegura que la sonata y fuga de Ronaldo no tiene marcha atrás. Mal asunto. A Pérez le crecerán los enanos, y ni sus dos ojitos Benzema y Bale puestos uno encima de otro harán el gigante Cristiano. Un futbolista así surge cada varias generaciones y aún faltan varias para que aparezca otro. Mbappé sería la apuesta, pero no le llega. Mientras asistimos al enésimo aquelarre fiscal, en París y Manchester afloran las gumías de otros parnés, y en sitios lejanos y cercanos se frotan las manos. ¿Qué dirán los llorones multicolores del Madrid nos roba? Pues buscar hojarasca para tapar sus propias vergüenzas. Lengua no les falta.