Antes de subir a este estrado estuve hablando con Griselda Triana, viuda de Javier Valdés, el periodista mexicano al que la Asociación de la Prensa de Madrid honra con un premio póstumo por su ejemplo como profesional que, en las peores circunstancias, se enfrentó con la información al narcotráfico en su tierra, Culiacán. Le dije a Griselda que me daba vergüenza y pudor subir al estrado a recibir yo mismo un galardón por mi trabajo a la vez que se rinde tributo de memoria a alguien que de veras ha hecho del oficio un monumento a la dignidad de ejercerlo, enfrentándose a los bandidos, publicando la realidad de sus amenazas. Ella me dijo: «No se avergüence nunca de su oficio». Y con ese convencimiento subo a recoger este premio: me siento orgulloso de ser periodista, de pertenecer a ese gremio amplísimo del que Valdés es una extraordinaria figura, un ejemplo emocionante al que todos debemos parecernos.

Sí, soy periodista. Me honra serlo. Gracias, compañeros, por este premio que supone para mi la emoción profesional más honda y duradera. Gracias por haberme aceptado en el oficio. Gracias por hacerme sentir también hoy periodista.

Soy periodista todos los días del año y de todos los años. Concibo el periodismo como la respiración y como la vida y como el corazón sorprendido de seguir latiendo. Comparto esa pasión con millones de periodistas de todo el mundo y sólo la comparo con la pasión de querer lo mejor para los otros. He tenido innumerables maestros, y los sigo teniendo en la memoria y a mi lado. Y nunca ha abandonado mi memoria el día en que mi madre me leyó la primera crónica en un diario impreso a la vez que la radio entró en mi casa y me dio la sintaxis con que escribí lo primero que me dejaron publicar en un semanario de fútbol y crucigramas.

Creo que ser periodista es una manera radical de creer en las virtudes de los otros y de comparar nuestros defectos para limarlos. Y siento que ejercer el oficio es una bella oportunidad para hacerme mejor. Porque sé que no debo mentir, que no debo despreciar, que debo contrastar no sólo lo que sé de los otros sino incluso lo que pienso de los otros. Porque sé que periodista es gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente, como dijo el legendario Eugenio Scalfari.

Y no es otra cosa, ser periodista no es otra cosa. Ser periodista me ha ayudado a rectificar y a comprobar. A trabajar con otros. A no acostarme nunca sin tener la ilusión de ser periodista también al día siguiente.

Dedico este premio a los que han hecho posible y mejor mi vida, mis madres, mis hermanos, mis sobrinos, mi mujer, mi hija y mi nieto, el pequeño Óliver; a mis compañeros de todos los periódicos en los que he estado y sobre todo a mis compañeros de El País, que han soportado mis manías apasionadas y mis errores, y a quienes personifico en la figura de mi amigo Camilo Valdecantos, el primero que estuvo en la nómina de El País cuando éste sólo era un proyecto, y que está aquí, con nosotros. Y a un amigo que nunca me ha fallado, aunque yo le haya dejado a un lado alguna vez; ese amigo es el periodismo, este oficio invencible que ahora más que nunca en este tiempo vive una lucha, a veces triste o despiadada por sobrevivir, acosado por amenazas políticas y económicas, sometido al imperio de los que quieren que la verdad sea igual a la mentira para de ese modo hacerlo redundante o inútil; frente a esas amenazas, a esos vetos, el oficio pervive y lucha por ser el testigo y el muro contra el que han de estrellarse todas las tiranías.

Como dijo Albert Camus un día, contento de haber cerrado bien aquella edición de Combat, ¡vale la pena vivir para este oficio! Así que, amigos, compañeros periodistas, viva el oficio y viva para siempre.

[Juan Cruz recogió el martes el premio de honor de la Asociación de la Prensa de Madrid, distinción que agradeció con este texto].