Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Desde mi terraza

Demasiado ruido

Hoy, (ayer para el lector) 21 de junio, empieza el verano, que ha llegado haciendo un ruido estrepitoso por el calor sofocante. Hoy es el día en que oficialmente empiezan las fiestas de Alicante: Les Fogueres de Sant Joan. Al menos esa era la fecha oficial hace unos años; ahora las fiestas empiezan varios fines de semana antes de los llamados «Días grandes». Hoy llega, de verdad, el ruido. Pero miren por dónde es un ruido agradable y festivo, si lo comparamos con el ruido de las bombas, de los cinturones de explosivos y del chirriar de las ruedas de furgonetas asesinas. Nuestro ruido es muy distinto al que reina en Siria y en Irak, los sufridos países de Oriente Medio, o de los recientes ruidos de los atentados en París, Bruselas, Londres€ La pólvora es la seña de identidad del Levante español, y es raro el acontecimiento feliz que no se celebra con una traca o una mascletà; lo que en otros países es símbolo de destrucción aquí se convierte en señal de júbilo. Y esa alegría un tanto artificial no supone ignorar las molestias del ruido de los festivos paquetes llenos de pólvora (Ay, esos niños especialistas en jodernos la siesta con los pequeños petardos!), alegría expectante en las caras de los miles de viandantes que a partir de la 1 de la tarde inundan la avenida de Alfonso el Sabio camino de Luceros, a la búsqueda de la descarga de adrenalina deseada en esa mascletá que cada año despierta más pasiones... Ruido alegre, ruido festivo ante el que no hay sino dos caminos: o lo abrazas o decides huir por unos días€ y este último es mi caso. Solo queda dar la bienvenida a los miles de visitantes que desembarcan estos días en el reino del ruido€ y de la cerveza que causará estragos, ante la que es deseable un baldeo a fondo en cuanto se apague la última brasa de la cremà. Pero también estos días estamos siendo víctimas de otro tipo de ruido; porque la vuelta al escenario de un victorioso Pedro Sánchez, bañado en el sudor de multitudes que le aclaman, y con cara de resarcirse de la humillación de hace unos meses, ha producido una repetitiva cantinela de especulación en todos los medios, un ruido sutil pero insistente. Si algo valoro en un político es la prudencia; y es indispensable que el señor Sánchez haga uso de ella en estos momentos en que lo que menos le interesa (a él y a todos los demócratas) es hablar más de la cuenta porque puede acarrear un resultado no deseado: infundir miedo. Las redes sociales echan humo, el whatsapp está poblado de chistes fáciles con los que un importante núcleo de la anticlientela más conservadora se está despachando a gusto. Defiendo la firmeza en el ideario político, pero no la estridencia ni la contundencia en actos y palabras porque a la larga resultará perjudicial para conseguir una estrategia. Y el señor Sánchez debe aplicar con inteligencia y sensatez una determinada táctica; pero sin engañar a nadie. Su trabajo a partir de ahora debe convertirse en una labor de primorosa orfebrería, porque los números hablan y, hoy por hoy, necesita sentar a una mesa de consenso a dos partidos antagónicos (Ciudadanos y Podemos), consenso tan difícil como lograr la cuadratura del círculo; pero en política todo es posible, y cosas más difíciles se han logrado, eso sí, con mucha mano izquierda. Y a Pedro Sánchez me permito pedirle humildemente que no haga mucho ruido, ruido que ni a él ni a nadie interesa. El ruido lo canta y lo cuenta como nadie San Sabina: «Ruido platos rotos, ruido años perdidos, ruido viejas fotos, ruido empedernido. Ruido de abogados, ruido compartido, ruido envenenado, demasiado ruido».

La Perla. «La vida es irónica. Se necesita tristeza para conocer la felicidad, ausencia para valorar la presencia y ruido para apreciar el silencio». (Anónimo)

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats