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Nación y matrimonio

Lo que encubren ciertos enredos semánticos

Cuando, en el debate de los tres candidatos a liderar el PSOE, Patxi López inquirió a Pedro Sánchez sobre si sabía lo que era una nación estaba lejos de sospechar que la respuesta tendría que darla él. Ahora, integrado en el equipo del nuevo líder como secretario de Política Federal, el exlendakari se encuentra en el centro de uno de los asuntos más impostergables de la agenda pública: el desafío soberanista catalán. Desde esa posición, urge que López realice el mismo ejercicio de clarificación conceptual que en su momento le reclamaba a Sánchez para acabar con los enredos entorno al término "plurinacional", con el que el "nuevo PSOE" quiere vestir, en busca de una posición mediadora entre las trincheras del referéndum y el inmovilismo rajoyano, lo que ya estaba en la doctrina socialista sobre organización territorial.

Como el uso de la lengua nunca es inocente, los que se ponen de inmediato en guardia cuando se habla de nación recuerdan a quienes se escondían tras los reparos semánticos al uso de la palabra matrimonio para justificar su rechazo a la regularización de las uniones de parejas del mismo sexo. Impedir lo que fue el reconocimiento de un derecho, que algunos tienden a confundir con un ejercicio de tolerancia, era entonces velar por la pureza de la lengua y evitar la "desnaturalización" de una pieza angular de la sociedad, como sostenía el frustrado recurso del PP ante el Tribunal Constitucional.

Para introducir algo de rigor en un debate crucial, que tiende con excesiva frecuencia a la verbosidad hueca siempre asociada a lo político, puede recurrirse a un autor capital en la materia, como José Álvarez Junco, catedrático de Historia del Pensamiento, quien, a partir de una intensa y fructífera dedicación al estudio de los orígenes y evolución de los nacionalismos, propone tres acotaciones al genérico nación. En "Dioses útiles", la que puede considerarse una obra de síntesis accesible incluso para vicesecretarias generales, distingue Álvarez Junco entre nación estatalista ("tiene un contenido estrictamente político, identifica la nación con el Estado"), primordialista (también etnicista o culturalista, identifica la nación "como una comunidad humana dotada de una esencial unidad cultural") y voluntarista ("grupo humano con voluntad de constituir una comunidad política").

Pero ni siquiera el esfuerzo de acotar una expresión tan resbaladiza, en la que los componentes emocionales se cruzan con el crudo interés político, garantiza el éxito en el empeño de ponernos de acuerdo en de qué estamos hablando. Por ello advierte Álvarez Junco que "a partir de conceptos tan confusos, fluidos y discutibles, parece razonable recomendar conclusiones políticas flexibles, alejadas de cualquier tipo de defensa cerrada o fundamentalista de principios o entes inconmovibles". Y añade:"Negarse a aceptar la existencia o el rango político de una identidad colectiva, aunque la mayoría de los directamente afectados insistan en defender su vinculación con ella, parece una actitud poco realista y, sobre todo, inútil". Una reflexión que nada tiene que ver con la yesca ideológica con que se elaboran los argumentarios que confinan el debate político.

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