A comienzos de la década de 1980 se me concedió la Insignia de Oro de les Fogueres. Fue una iniciativa de Tanito, aquella gran persona, gran foguerer y fotógrafo. Mis méritos, más bien exiguos, se relacionaron con mis trabajos como concejal de Cultura, para aportar medios que condujeron a la apertura del primer Museu de Fogueres, en el castillo. Poco después Raúl Baeza, amigo entrañable, me ofreció la posibilidad de integrarme en su Comissió Gestora como vocal de Cultura: una experiencia excepcional. Después estuve bastantes años en la Foguera Diputació-Renfe. He escrito decenas de artículos en llibrets, libros y otras publicaciones. Fui jurado de Hogueras hasta que un Ayuntamiento del PSOE me destituyó, aunque luego me recuperó. Y seguí siéndolo hasta que un Ayuntamiento del PP me destituyó, considerándome irrecuperable. En ambos casos fue por verter opiniones sobre la Fiesta. Creo. Aunque bien pudo ser por otros asuntos. A este diario he traído también mis opiniones festeras, no siempre ortodoxas. Hasta he sido jurado de Fuegos Artificiales, concursos de disfraces o de tortillas. He desfilado, he ofrendado, he proclamado bellezas. Un par de veces me he visto representado como ninot. Y una vez se plantó una hoguera siguiendo como guión unos textos míos. Y ahora soy un feliz barraquer sin mayores méritos que divertirme, comer bacores y coca amb tonyina y emocionarme cuando suena el Himne de les Fogueres.

Tan peculiar curriculum sólo lo cito para poder declarar que en casi 40 años nunca ha podido encontrar la respuesta a la pregunta sobre qué es un foguerer «auténtico». Lo maravilloso de nuestras fiestas, más allá de los mitos y las metáforas, es que son, o, al menos, deben ser, unas fiestas abiertas a miles de formas de integración e interpretación: sólo eso las harán adaptarse a los cambios y las hará sentir como propias a los centenares de miles de alicantinos y alicantinas. No me siento capaz, por lo tanto, de decir a nadie cómo debe sentir en estas fiestas. Y por la misma razón recelo y rechazo que nadie, por muchos galones que vista, me diga, o le diga a nadie, que él, o ella, sí que saben lo que es la esencia de las Hogueras y se apropie de sus banderas para repartir carnets de buena conducta o definir políticas públicas en las más variadas materias.

Por esta misma razón, y siendo ahora político en activo, doy en pensar que los políticos y políticas debemos ser especialmente cautos. Ya sé que la complejidad ciudadana es enorme y que hay muchos ciudadanos que esperan ver a sus representantes comprometidos con la fiesta. Y así debe ser. Pero no hasta el punto de que robemos a la ciudadanía, a las comisiones, su protagonismo. Acompañar no nos legitima para abusar de nuestra presencia, esperando sacar algún rédito partidista de imagen. Me parece que a muchos alicantinos también les fastidia un cierto trasiego de políticos en pos de la foto. Es cuestión de equilibrio. Personalmente acudiré a algunos actos oficiales, pero quien quiera encontrarme, sobre todo, tendrá que buscarme en mi barraca. Con ello, incluso, defraudo a algunos buenos amigos que me cursan invitaciones. Pero estoy seguro de que me entenderán.

Esta relación de sensatez me parece que es la que mejor garantiza a las Hogueras que los representantes públicos compartimos su regocijo y su peculiar manera de entender Alicante ?una de las maneras posibles de entender Alicante? pero, al mismo tiempo, que lo hacemos sin un afán extremo de apropiación que, inevitablemente, politiza la fiesta y, al hacerlo, le priva de su afán de pluralidad que es lo que las convierte en un instrumento especial de cohesión e integración. Esa renuncia a la exageración, a la obsesión por la fotografía o por el titular, debe ser también ser observada, en sentido contrario, por los dirigentes de la fiesta en todos sus niveles: de ellos se espera el adecuado protagonismo, pero una prudencia máxima para que sus opiniones ideológicas o sus preferencias políticas, no se vistan de amor a la fiesta para atacar o defender a representantes democráticos o a las fuerzas políticas que, todas, deben tener para ellos la misma consideración, sin intromisiones abusivas en sus funciones.

Pedir unas fiestas absolutamente despolitizadas acaso sea quimera. Acaso no lo sea pedir inteligencia y sensibilidad a todos los que estamos obligados a dar ejemplo de diálogo y defensa de una ciudadanía global.

Felices Fogueres de Sant Joan 2017.