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Sin pecado concebidos

Uno de los debates políticos más interesantes del año fue el que mantuvieron el 3 de mayo pasado Emmanuel Macron y Marine Le Pen poco antes de las elecciones que llevaron al Elíseo al dirigente de En Marche! Una secuencia que me llamó la atención fue en la que se enfrentaron a cuenta de la llamada "Gestación Subrogada" (GS), que está prohibida en Francia, pero que es legal en Estados Unidos, India, Grecia, Ucrania, Canadá, etcétera. Le Pen declaró que en "su Francia" seguiría prohibida. Macron, que se declaró en contra de la GS, propuso cambios legislativos al respecto. Por ejemplo, involucrar a Francia en la lucha contra las agencias que especulan con estas actividades. Pero Macron anunció otra medida más importante: que concedería la ciudadanía francesa a todos los niños nacidos "subrogados". Esto a Le Pen le pareció que conduciría a la creación de empresas dedicadas a la fabricación de "subrogados" en los países pobres del mundo y que su proyecto de encarecer la ciudadanía francesa se venía abajo. Tronaba Marine, tronaba... En Francia, como bien sabemos porque los que perdieron con estrépito nos lo han explicado, las elecciones las perdió la "facha" y las ganó el "banquero". Bueno, pues el anuncio hecho por Macron sobre la GS no es moco de pavo y ha desencadenado una secuencia de interesantes hechos. Veamos. En España el partido Ciudadanos anunció en febrero que iba a llevar al Congreso una propuesta de debate sobre la regulación de la GS. "No podemos mirar hacia otro lado ante esta dramática situación", dijo su portavoz, la bella Inés Arrimadas. La situación es que a España llegan al año más de 1.000 niños procedentes de la GS realizada en otros países ya que aquí está prohibida. Y son niños que o bien se quedan con la nacionalidad del país de origen o bien entran en los canales destinados a las adopciones internacionales, "puerta falsa" para no dejarles en un limbo sin patria ni padres regularizados. Los padres suelen gastar unos 90.000 euros en los trámites. El anuncio de Ciudadanos en el Congreso provocó un maremoto similar al del capitán Renault entrando en el café de Rick de Casablanca para cerrarlo tras descubrir "con vergüenza" que allí se jugaba. El periodista Emilio de Benito describió así el episodio: "La propuesta obligó a los grupos a posicionarse. O mejor dicho, mostró que ninguno tenía una postura clara". Las discrepancias alcanzaron a grupos habitualmente cohesionados como las feministas o el LGTBI (lesbianas, gays, transexuales, bisexuales e intersexuales). El día 19 de mayo pasado, el Comité de Bioética de España, un órgano asesor del Ministerio de Sanidad que forman doce expertos (juristas, médicos, filósofos o científicos) propuestos por las CC AA, publicó un informe de 92 páginas donde se declara totalmente contrario a la GS en cualquiera de sus modalidades. Y adopta esta decisión para evitar, así se dice, la mercantilización del cuerpo de la mujer inherente al proceso de GS. Y ya tenemos la polémica servida. Poco antes el Grupo de Ética y Buenas Prácticas de la Sociedad Española de Fertilidad había publicado otro extenso documento abogando por una regularización de la GS para evitar que los beneficios económicos fuesen el "primum movens" del proceso. El asunto GS es muy delicado. Los pros y contras son trascendentes y con grandes repercusiones para muchos menores y sus familiares. Y para las madres realmente gestantes. A este respecto, léase el reportaje que publicó Yaiza Santos hace unas semanas en "El País Semanal" sobre ese basural en México. En los márgenes, como casi siempre, crecen los argumentos extremos. Desde el desprecio hacia la condición humana de las madres de alquiler que exhiben muchas parejas contratantes hasta el argumentario de ciertas portavoces opuestas a la GS porque el cuerpo de la mujer se "cosifica" y se transforma en una "vasija"; gentes que, por otro lado, no ven cosificación alguna en la donación de óvulos o para quienes la donación de semen es equiparable a la de Oil of Ulay. Asoman en los márgenes, en fin, la larga sombra de las sotanas laicas en amable danza con la curia romana y el maligno narcisismo de quienes siguen convencidos de que la Revolución socialista no fue posible porque no la dirigieron ellos. Ante el debate en el Congreso los políticos parecen bloqueados ante un debate de valores. Y no tienen la culpa de todo este desastre porque la ocupación de los políticos no debe ser discutir sobre hechos, valores o deberes, sino sobre intereses. Cualquier debate social que involucre una deliberación ética, sobre valores, ha de recaer en los intelectuales. Si éstos fracasan en aportar soluciones o es que son incompetentes o es que se han pasado al debate de los políticos, o sea, al pragmatismo de los intereses. O sea, que han corrompido su oficio y con ello están obligando al tejido social a construir la convivencia empezando la casa por el tejado. De todo esto da detallada cuenta el profesor Diego Gracia Guillén en el número de junio de 2015 de los "Cuadernos de Bioética de la Complutense" en un magistral artículo dirigido a un discípulo suyo, actualmente muy alto cargo de un partido político, y titulado "Carta a un amigo". Su antiguo discípulo le pregunta la posibilidad de incorporar la deliberación moral a la toma de decisiones políticas. La respuesta del profesor Gracia es magistral: "Todos los problemas de la ética, de las discusiones sobre valores y hechos y deberes vienen de la invasión que ha sufrido por la política y la única posibilidad de arreglo es mantener ambos campos lo más alejados posible". La deliberación moral, sostiene Gracia, busca tomar decisiones sobre las que sustentar leyes eludiendo intereses particulares, pero en ausencia de asambleas y votaciones. El debate político es un puro juego de intereses en el que, por cierto, es obligatorio votar. Los movimientos que los políticos han hecho cara al debate planteado por Ciudadanos han sido cosa de broma. Ayer, muy levemente, el PSOE anunció que su freno rotundo a la GS era ya historia. Que se den prisa en actualizarse. Unos cuantos miles de pobres infelices esperan que políticos e intelectuales españoles hagan ¡por fin! su trabajo.

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