Entre las festividades que en Orihuela han pervivido a lo largo de su historia se encuentra la del Corpus Christi, que ha tenido a nivel popular como máxima expresión su procesión, antes en uno de esos jueves que brillan más que el sol, tras el domingo en que se conmemora la Trinidad, y actualmente siete días después del mismo en algunos lugares como en Orihuela.

En aquellos años, no solo se llevaba a cabo la procesión en ese día, sino que, posteriormente, las parroquias oriolanas hacían lo propio en su demarcación. Así, en aquel año de 1892, el día 16 de junio, a las cinco y media de la tarde recorrió las calles principales de la ciudad la que se organizaba por la Catedral, a la que asistió una representación muy nutrida de miembros de la Corporación Municipal, cuando por lo general la presencia era de cuatro o cinco de los veinticinco concejales que la componían. Así, en esta ocasión, con el alcalde Andrés Pescetto Balaguer al frente, el municipio estuvo bien representado. De igual manera que la presidencia religiosa contó con el obispo Juan Maura y Gelabert. La Prensa local, concretamente «El Independiente» nos habla de una procesión «relativamente lúcida» gracias a la participación de diversas congregaciones, como las de San Antonio, San Luis, Apostolado de la Oración y comunidades religiosas masculinas. Se echó en falta a los gremios, que habían sido disueltos y a la Guardia de Honor de la Benemérita que, desde hacía mucho tiempo, acostumbraba a dar escolta al Santísimo. El motivo de su ausencia venía desde el año anterior, debido a un problema de etiqueta acaecido entonces.

El citado periódico se lamentaba de que el esplendor de la procesión no estuviera a la altura de otras poblaciones como Cartagena y Alicante, cuando la primera de ellas, estaba tachada de poco religiosa, y la segunda de masónica y espiritista. Mientras que Orihuela, «que tanto alardea de sentimientos religiosos y tiene fama de ciudad casi levítica, nadie se mueve ni preocupa al tratarse de una fiesta religiosa, que resulta tan pobre que desdice de la importancia de nuestra ciudad».

Días después, el 19 de junio se celebró la procesión del Corpus organizada por la parroquia de las Santas Justa y Rufina, y el día 22, la de la parroquia de Santiago, en la que párroco Peidró no regateó esfuerzos para que fuera lo más lucida posible. Así, «El Defensor de Orihuela» destacaba los altares instalados para las preces por los vecinos del Rabaloche, la iluminación con más de mil quinientas luces en la iglesia y la interpretación de un motete a gran orquesta en la misma, así como en el santuario de Monserrate, donde hizo estación el Santísimo.

Dentro del aspecto festivo, el día del Corpus de ese año culminó con una verbena en la Glorieta, que pasaba a ser escenario de la misma en vez del Paseo de la Puerta Nueva, tal como era costumbre. Para ello, fue iluminada con «grupos de bombas a la entrada y en el kiosco de la música. Como novedad, el industrial señor Rogel instaló un kiosco para «el servicio público de helados». La asistencia de público a la verbena fue tan numerosa, que el contratista del alquiler de sillas se quedó sin ninguna. Por otro lado, en esos días se adelantaba la noticia de que pronto se instalarían urinarios en la Glorieta.

Han transcurrido 125 años desde entonces. En este, con nuevo itinerario, se tienen puestos los ojos en que la procesión del Corpus Christi organizada por el Cabildo de la Catedral y la Gloriosa Cofradía del Santísimo Sacramento y María Inmaculada, con la colaboración del Excelentísimo Ayuntamiento y la Cofradía de Nuestra Señora de Monserrate, supere en esplendor a las de años anteriores.