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Nuestro nuevo mensajero

El equipo de LIGO ha abierto para nosotros una nueva ventana al universo

Todos hemos visto caer una piedra al agua: la brusca perturbación de la superficie hace que se formen ondas que viajan hacia el exterior en círculos cada vez más grandes, perdiendo intensidad mientras lo hacen. El sonido es similar, pero en este caso es una onda de presión la que viaja por el aire- ¡como sentimos al ponernos cerca de un altavoz en una fiesta de prao! Casi lo mismo pasa con las ondas de radio: las cargas eléctricas en una antena se mueven rápidamente y crean ondas en el campo electromagnético, invisibles a nuestros ojos, pero que podemos recoger con una radio. La luz que sí que vemos es otra onda que viaja como una perturbación de ese mismo campo electromagnético. Hace aproximadamente 100 años Einstein dedujo de sus ecuaciones para la gravedad que cuando los cuerpos masivos se desplazan por el espacio también generan ondas. Pero lo que oscila en este caso no es agua ni aire, sino el propio espacio. A nuestro alrededor el espacio se deforma continuamente, tal y como si miráramos hacia el fondo de una piscina desde su superficie.

El efecto es increíblemente minúsculo: la fusión de dos agujeros negros, cada uno con una masa decenas de veces mayor que la del Sol, se percibiría al pasar a nuestro lado como una variación en la distancia de la Tierra al Sol del tamaño de un átomo, que duraría sólo una fracción de segundo. Medirlo parece una fantasía, un milagro tecnológico. Pero el equipo de LIGO lo logró por primera vez en 2015 tras 40 años de esfuerzo. A fecha de hoy se han detectado ya tres señales que nos demuestran que Einstein tenía razón, que el espacio se deforma, y que las ondas gravitacionales existen. ¿Cuál es, aparte de la emoción de la caza, la razón de nuestro interés? Las ondas gravitacionales son nuestro nuevo mensajero. Como dijimos al principio, utilizamos ondas para comunicarnos al hablar, al ver o al usar una radio, y cada onda nos ofrece un tipo de información diferente. LIGO ha abierto para nosotros una nueva ventana al Universo, una en la que los objetos más masivos y más oscuros, invisibles a nuestros ojos y a nuestros telescopios, se manifiestan atronadores a nuestro alrededor en la oscuridad más absoluta.

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